Rivero y su reino de Camelot


Las chácaras y los timples han desistido al chirrido que emana Paulino Rivero desde su tuba. El grupo de músicos mira atónitamente a un presidente que con arreboladas mejillas, intenta emular al saxofonista Bill Clinton. Termina su función y un silencio se apodera de la sala. Sonríe.
Pocas sonrisas, empero, para quienes viven en un archipiélago como el canario donde la tuba es sinónimo de incongruencia, un paroxismo musical que no armoniza con ese folclore que emite el Tenderete. Sí, se puede coagular la música canaria con el son cubano, con la llanera venezolana, guarachas puertoriqueñas, con coplas de antaño y presente...pero jamás con una tuba. Y el resultado es, en consecuencia, lamentable.


La idea se le pudo ocurrir como se había metido en política, es decir, por su aspecto lechuguino y un laissez faire, laissez passer que poco o nada aportaba a esa ideología de canariedad que como escudo intentaba defender y reconstruir el reino de Camelot. Los cascos de caballos resonaban en sendos rincones de las islas pero el rey Rivero y sus secuaces sólo montaban aire, fingiendo con cocos vacíos un trotar sinsentido. Al son de su tuba, jalonaba junto con corruptos pescadores de salmón hechos que inquietaban al Logos y a Hegel que se removía en su tumba. Si el acto mismo del conocimiento es la introducción de la contradicción, Rivero y los suyos seguían estancados en aquel juego pueril donde quien dice Blanco, ellos decían Negro. ¿Ejemplos? Bien, si alguien apostaba por la creación de empleo, ellos creaban desempleo (con tasas actuales del 26% y que pueden llegar al 30% en Canarias); si apostaban por el desarrollo del I+D+I y la investigación, ellos apostaban por el retroceso (siendo las universidades canarias las últimas en todos los rankings de calidad, nivel y apuesta por la investigación); si se impulsaba una economía sostenible y alternativa, ellos apostaban por la insostenibilidad y la sujeción a la economía de la construcción y el turismo (que a su vez no es de calidad, sino de vulgaridad); si había que eliminar la corrupción política, ellos creaban aún más (de hecho, Canarias es la tercera Comunidad Autónoma con más casos de corrupción, solamente superado por Madrid y Andalucía); y si decían que había que proteger el entorno natural de las islas, ellos decían desprotección (de nada más y nada menos que la mitad de las especies y subespecies de la fauna y flora canaria). Sí, desprotección. En suma, el rey Rivero y su pescador de salmones nórdicos hacen oídos sordos a la política del reto; porque ellos dicen Tebeto (siguiendo las doctrinas del Dios Euro).

Rivero y su reino de Camelot, podrían ser un capítulo entero de la célebre obra "Patas Arriba", de Eduardo Galeano. También podrían servir como ejemplo sublime para cualquier prólogo de un diccionario de sinónimos y antónimos. O como célebres figuras de cuentos que se relatarán en las aulas de épocas venideras. Abriremos los libros, mostraremos en un libro cómo son los pájaros y los lagartos, los dragos y los pinos canarios y les prometeremos a nuestros alumnos -siempre y cuando se hayan portado bien- un viaje hacia lugares recónditos donde es posible prescindir de máscaras de oxígeno y contemplar animales ya no disecados, sino vivos. Será un lugar idílico y extraño, foráneo, donde es posible desquitarse con un mundo que nunca fue nuestro. Un mundo que existe más allá de un archipiélago que destruyeron el tocador de tuba y sus caballeros de Camelot. Claro que también podemos escribir otro final feliz, siempre y cuando que como campesinos subversivos nos opongamos al rey Rivero y sus políticas antónimas.

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