José Saramago


Los buenos y malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, de manera (supuestamente) equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo el infinito, en los que no estaremos aquí...¿Es eso inmortalidad?
en El ensayo sobre la ceguera, de José Saramago.



Una gaviota graznea en lo altivo del atardecer. Apaga su presencia sin compendios, balancea sobre el rumor de las olas una confusión. En este rojizo paisaje de rutina no se aprecia la presencia del contemplador que, hace unos días, selló sus pasos con un punto final. Sólo el picón quejumbroso, la nevisca deshecha por el rugir del mundo, el salitre en suspensión, acaso esa gaviota estratosférica, cósmica, sepan quién era ese extraño ser con prietos ojos de ternura y muecas de timidez. 

Solía vagar como cualquier otro ser bajo la luz regada de la intemperie, buscando aprender a aprender, a comprender la contemplación y sus elementos. Pronto supo de la hermosura de su habitáculo, teniendo como techumbre un manto de estrellas en los descansos de su tiempo, grillos como orquestas de su infancia y una felicidad en la palabra hablada y conservada en sus comisuras. Pero también conoció a un ser más extraño aún, el reflejo incomprendido -en ocasiones- en el río de la vida. Un ser concebido como humano y que tan poliédrico, le forzó a fruncir su curiosidad, inclinar levemente su ávida mirada de explorador para así buscar la exiliada belleza del ser humano. Belleza. Acaso una palabra apátrida en el léxico de ese ser tiznado en la imaginación colectiva y llamado Dios, pero también una palabra que incita a soliviantarse contra el sagrado y bendecido orbe, buscarla. Acaso también una palabra confundida, tergiversada en la persistencia de la memoria. El horror del egoísmo, el irrisorio gesto de la Historia de la humanidad, la palabra violada sobre una cruz a veces lo apocaban en un rincón del pesimismo.
Y sin embargo, nada en él se derrumbaba. 

 José Saramago en Playa Quemada, Lanzarote. Foto by Peter Walter. 

Supongo que no cabían diligencias en sus bolsillos cuando sus puños defendían las delicadas letras, la dignidad indignada, el ceño subversivo de la razón, el abrazo desnutrido frente a la gula del fundamentalismo crucificado. Sí, ese extraño ser luchaba por la palabra y su reflejo, el ser humano. Palpaba con sus letras una calle para la ceguera de la humanidad y agrietaba silencios individuales para engendrar el ideal extraviado en la leyenda de la utopía, el abrazo colectivo. 

Pasó sus ochenta y siete solsticios de verano sobre la tierra. Mientras su cabello se extinguía con las agujas del tiempo, él seguía sereno luchando con sus enamoradas palabras.  Escribió con ellas grandes y bien estructuradas obras, germinó la voz sobre un papel que, como las piedras, el picón quejumbroso y la nevisca deshecha por el rugir del mundo, el salitre en suspensión, acaso esa gaviota estratosférica, cósmica, sepan quién era ese extraño ser con prietos ojos de ternura y muecas de timidez. Acaso yo mismo, mi padre y mis amigos, el distante lector de sus palabras, sepamos quién era ese extraño ser que, más que extraño, era un ser más humano; palabra, belleza quizás.

Pinto con huérfanas palabras el viento entre volcánicas rocas. Rojizo atardecer en el sur que habito. Una gaviota se balancea, espera a su contemplador que no volverá. Sajen ustedes, queridos lectores, el picón y pregunten a las piedras, al picón quejumbroso, a la nevisca deshecha por el rugir del mundo, al salitre en suspensión, acaso a esa gaviota estratosférica, cósmica, quién era ese extraño y querido ser. Pregunten quién era ese ser llamado José Saramago.   

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
"Prietos ojos de ternura" es quizá la mejor definición posible para su mirada, tanto la física y como la literaria.

Gracias.
María (creo que somos del mismo sur tú y yo)
Yaiza ha dicho que…
Cada palabra tan cuidada... Hoy mi hermana encontró esto. Te lo hago llegar, aunque no sé si sabrás de él. A mí me hizo abrir los ojos mucho y prestar toda mi atención.

http://www.youtube.com/watch?v=-KTL94Rl7CI

Un abrazo.
Diebelz ha dicho que…
De nada, María. Entre sureños sabemos bien de la pérdida sufrida hace unos días...

¡Pues no lo había visto, Yaiza! La verdad que me recuerda, por su ternura, a esas "pequeñas memorias" de Saramago. Con la misma lo cuelgo un día de estos, jeje.

Besos y salu2 a las dos! ;P

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