Crónica sentimental de un año: 2010



Cercado por un mar que plagiaba el universo y no cesaba  en rugir ni devorar el aire, se escuchó. África seguía siendo, más allá de las gradas pulidas por el capitalismo foráneo, el olvidado y mutilado continente de hacía siglos; pero ahí, en ese nido extraño e inmerso en la oscuridad de ese continente que cumplía cincuenta años de independencia más dependiente de obras medicantes y plegarias voodistas, se percibió ese extraño ruido. Hubo quienes ahora juegan a la lotería con ese número que calca el minuto del año, el 116. Justo en ese instante un ávido paso, un amago, unos rebotes y después la decisión de irrumpir la trayectoria del cuero con esa ilusión que hizo huérfana a las sillas y los sofás de millones de hogares, que censuró el término "silencio" de todos los diccionarios que todavía albergaban i latinas e i griegas, ches y elles; y donde un gol se convirtió en la cima de la ceguera colectiva en una memoria encendida.  

El balón rodaba los dólares de una mano invisible que asechaba a la humanidad. La crisis seguía siendo el producto más codiciado por las agencias de especulación. Los encorbatados de Moody's hicieron sus apuestas en el casino atemporal de la apocalipsis que presagiaban tras el rugir de la naturaleza personificada en el  Eyjafjallajökull. Muchos supieron que era el momento de hacer gamberradas desde las cloacas del poder que, tras años embarrándose en ellas, indicaba Felipe González con sorna mientras seguía cobrando sus consejos y opiniones por millones. La razón era simple y lo volvían a cantar desde las roncas radios Ismael Serrano y Pedro Guerra

Se van los mejores
Negados a ser y morar
Destapan el frasco de polvo y se van
Se van lo mejores
Ausentes de todo poder
Abrazan la luna del amanecer


Así, abrazados a la luna del amanecer, se fueron los últimos guardianes de la razón, de los ideales que Zygmunt Bauman ve liquidarse como líquido de nuestro universo. Sin un Labordeta capaz de rugir un urgente "a la mierda", sin un Saramago más nobel que el actual, que continuara recordándonos nuestra condición de barro, de ceguera y esporádica -revolucionaria- lucidez para observar que uno no es que sea pesimista, sino que el mundo es pésimo. Pésimo como ese desguace del Estado del bienestar que realizó el gobierno de Zapatero y aplaudía, relamiéndose e insultando, la oposición de Rajoy que brindaba una borrachera tras otra con las encuestas sobre intención de voto que publicaba la Academia de Álex de la Iglesia. En ese círculo donde se le mima a Almodóvar y el glamour estratosférico, extraño, asfixia la primera película sonora del mundo cantada por Conchita Piquer, Luis Tosar  de malamadre recogió el sueño que el niño de Conan busca, cual Baby Jane, en las ruinas de la melancolía televisiva. Melancolía que lloró aquella caja, ya plana y sin  toritos ni bailaoras, por el Fin definitivo de los últimos resquicios de una época entrañable y docta en vivir la vida en todo su esplendor. Se apagaba esa voz temblorosa y dulce de Manuel Alexandre que pintaba los barcos en ciudades berlangianas como Calabuch o sonreía la felicidad por una cestita de navidad:

-¡Perdiz escabechada, foie  gras, jamón en dulce! ¡Vamos a comer a la moderna, como los americanos!

Frases que ahora se deben rebobinar como aquellas películas de Berlanga, maestro del cine por excelencia y que se despidió también de los televisores de antaño para rodar otra película con sus enfants terribles en la memoria del celuloide. Precisamente en esa caja que suprimía la publicidad en La1 y La2 de nuestra infancia, se atisbaban las ruinas de una Haití muy semejante a los infiernos de Dante y que Forges recordaba durante 365 días en los quioscos, bares y hogares de millones de humanitos que olvidaron las inundaciones de Pakistán, el lodo tóxico que asesinó al azul del Danubio, la resurrección del chapapote bañista del Golfo de México y que, a costa de BP y de la ausencia de un "Nunca Mais", se propalaba mientras un puñado de insensatos (entre ellos quien suscribe esta crónica) salía a una Huelga General que ciertos dirigentes de la oposición gürteliana tachaba como "insensata" para este anclado siglo XXI.

Monstruo de papel
no sé contra quién voy
¿o es que acaso hay alguien más aquí? 

Se preguntaba Antonio Vega en este mundo descomunal donde se insinuaba reinar la fragilidad, el olvido y el abandono en una lucha de gigantes donde los pequeños también luchaban. Desde las jaimas de nuestras ciudades se defendió la labor de los periodistas, se condenó el asalto al campamento de la paz que resistía en un desierto sin principito. Algunos aplaudieron y apoyaron a Garzón que fue mandado al exilio del olvido por querer abrazar la memoria y abrir los crímenes del fantasma de Franco. Y el Cablegate -el Watergate de nuestra década- de la Wikileaks brindó recordar cosas ya conocidas y estudiadas, sentenciar con contundencia que vivimos en una Gomorra, en un universo ignominioso que solamente puede ser erradicado mediante un manual de instrucciones de Alan Moore, la devolución de las obras de Marx, Zizek y Bensaïd a los escaparates de la calle Preciados.

"El ronco del Albaicín" sueña una leyenda del tiempo.
Caminando por esas calles se extinguen unos y nacen otros en la Leyenda del tiempo que habitamos. Cuando el flamenco se convirtió en patrimonio de la humanidad y se forjaba el quejío y el ayeo en una revolución instructiva y ejemplar para cualquier mortal, se despidió Enrique Morente como suelen despedirse los maestros: sin salutaciones curriculares ni engreídos honores. Humildemente, susurrando, desmembrándose en la nada como lo hicieron esas letras de Miguel Delibes o de Saramago, esas películas con Manuel Alexandre y Berlanga, Leslie Nielsen agrietando los labios de los espectadores, así recuerdan el poema extraído de aquella obra teatral de Federico García Lorca:

Nadie puede abrir semillas
en el corazón del sueño
el sueño va sobre el tiempo
flotando como un velero

Se escuchó. Como en aquel ilusorio estadio en medio de la oscuridad africana, se volvió a escuchar que el sueño va sobre el tiempo que puede ser oscuro, terrorífico o rojo, gracejo constante, alivio vivo frente a la muerte. Aquel año era posible soñar mientras otros morían en la leyenda del tiempo. 







Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Crónica BESTIAL de este año... Creo que mañana voy a tener que volver a pasarme por aquí (y probablemente unos cuantos días después) para conseguir empaparme de un resumen como este... ya ves... es normal que te quedaras encerrado entre estos párrafos taaaantos minutos y que el tiempo dejara de latir... Bufff... en serio, gracias por hacernos traer a la vida lo que ya creía muerto: los recuerdos olvidados.

Sí... definitivamente debo volver a leerte, W.

:)
Yeray López ha dicho que…
Yo de mayor quiero ser como tú... como siempre genial.
Diebelz ha dicho que…
Gracias L. Y sí, es bestial aunque haya olvidado a los controladores aéreos (¡cachis!) :P

Y Corso, mejor que mayor es ser Peter Pan, jajaja. Pero no, en serio, me alegra que te haya gustado.
Yaiza ha dicho que…
Buf, una crónica digna de leerla y releerla. Personificaste este año tan bien...

¡Salud y optimismo!
Diebelz ha dicho que…
¡Eso mismo hay que pedir con las doce uvas, Yaiza!

¡Besos y feliz año nuevo! ;)

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