Taxi


Soy como un pez y el taxi es mi pecera (...) Es cierto que estoy dando vueltas todo el día, pero no veo más que lo que está  dentro de este taxi, mis fronteras son las  ventanillas de este coche.

 Un taxista en Taxi, de Khaled Al Khamissi.


Percibo la vibración bajo el cuero que desprende un olor a naftalina, el incesante rebuznar de los motores envuelto en el metálico canto de Umm Kulthum que emite el radiocasete. Sobre aquel puente tan solo imaginado pero vivo en la realidad, ese Sittar October, se amontonan los coches unos encima de otros mientras en el horizonte se quiebra el color del albaricoque sobre el amonedado colchón del smog. Y a mi costado se transmutan rostros, posturas durante el día y la noche. Mientras la ciudad de El Cairo palpita con bocinas y quebradizas voces en la eternidad de los relojes, alguien cuenta una historia, un pasaje furtivo inflado con anécdotas. Otro se abate el rocío de su frente iluminada por la dorada manta que cubre el día y se convierte en un feroz y certero analista político, en un filósofo exiliado de las aulas, en un soñador, o en una enclenque duda, quizás en un odio retógrado que aferra su volante para esparramar sus costados sobre el infierno. Y es por ello que un lector experimente el mismo impulso que el escritor de esta novela breve, que acaso quisiera atrincherarse horas en cierto taxi, mientras que en otros quizás lo idóneo sería abandonarlo cuanto antes y esperar,al borde de la calle, otras historias ambulantes.

Khamissi a punto de tomar un taxi
 Taxi no es solamente una lograda ópera prima del escritor y periodista egipcio Khaled Al Khamissi, sino también toda una rendición y alabanza ante la vida que, como bien acierta en admitir el propio autor, habita en las palabras de la gente sencilla, de esos más de 80.000 taxistas que recorren las grandes avenidas y las recónditas callejuelas de ese ovillo llamado El Cairo. Khamissi aletea las manos para habitar en taxis y delegar la voz en estos personajes que nos codean a diario. Así, uno recorre página tras página la realidad de ese enjambre que se derrite bajo la atemporal rigidez de la intemperie. Las huellas dactilares del lector sonreirán con esas historias verídicas y asombrosas que cada ser humano alberga, levantará un asombro, olvidará respirar por un instante, puede que flaquee, que se incorpore con un puño de dignidad o reflexione, suspire por todo lo que padecen y viven los millones de habitantes al otro lado del mar Mediterráneo. Khamissi dirige con grandes dotes ilustrativos (casi cinematográficos) un collage de viajes y trayectos que recorren las palabras inmersas en estas individuales y a la par colectivas historias, acaso cuentos, que laten con el hedor que desprende la quemada gasolina. Taxi es una certera radiografía del mundo árabe (de haberlo leído en su día no hubiera dudado en entender y vaticinar la revolución que vivió este país hace unos meses) que, como verán, es tan hetereogéneo, fascinante y complejo con sus antagonismos como cualquier otra cultura.  Pugnando con la censura del antiguo régimen de Hosni Mubarak, Khamissi transcurre las calles escuchando con los verdaderos faros de la ciudad, con aquellos conductores que marchitan y compungen sus contornos por columpiar respiraciones, hablar de las cuestiones que preocupan a cada uno de ellos, sea la cuestión política del país, los cines abandonados de la infancia, la licencia de luchar por el pan de cada día o bien preocupaciones derivadas de sus propias vidas. No lo duden; levanten la mano, conviértanse en pasajeros de las palabras y cojan este taxi que les conducirá a historias de un mundo que llora y sonríe en estos tiempos tan difíciles como es el presente de la eternidad.
  

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