Johnny Guitar (1954)


There’s nothing like a good smoke and a cup of coffee. You  know, some men got the craving for gold and silver, others need lots of land with herds of cattle, and there’s those that got their weakness for whiskey and for women. When you boil it all down, what does a man really need? Just a smoke and cup of coffee.
          Johnny Guitar (Sterling Hayden), en 'Johnny Guitar', 1954



Nunca creyó en la suerte. Pero le encanta el sonido de la ruleta. Observa a uno de sus crupiers leyendo un periódico de hace un mes y éste le contesta que le gusta saber lo que pasa en el mundo. Un mundo donde el ferrocarril (el progreso) sigue siendo una ilusión; donde figuras extraídas de una obra teatral de Arthur Miller merodean entre tormentas de arena y noches huérfanas de miríadas. Un mundo donde la codicia, los celos, las envidias imperan estrangulando a la par la justicia, la virtud y los más nobles sentimientos del ser humano. Un mundo, en definitiva, hostil y desgarrador. Ahora, atrincherada contra una pared rocosa y tocando en el piano aquella melodía de Peggy Lee, Johnny Guitar, Vianna (Joan Crawford) espera la irrupción en su casa de una hornada de lúgubres hombres liderados por la iracunda Emma (Mercedes McCambridge) y su sentencia. No huye de su destino. Desliza sus dedos sobre las teclas del piano como un último suspiro, un epílogo, la inscripción lapidaria, el sístole y su diástole. Es el recuerdo y a su vez la insignia, el sentido de su vida al cual se aferra: Johnny Guitar. 

Johnny Guitar (Sterling Hayden) sorbe del whisky ante el insomnio y la mirada atenta de Vianna (Joan Crawford)
Las múltiples lecturas solapadas del filme Johnny Guitar (1954), dirigida por Nicholas Ray, así como la ruptura con el género del western más convencional tomada ahora como arma arrojadiza contra la America más retrógrada y despiadada, marca un evidente punto de inflexión y se eleva como una referencia obligatoria en el cosmos del cine. No es extraño que el gran cineasta y crítico de cine Jean Luc-Godard llegara a declarar que "el cine es Nicholas Ray" o que él mismo junto con Truffaut o Pedro Almodóvar incluyeran sendos tributos a la cinta de Ray en sus propias obras cinematográficas. En una época donde la sociedad estadounidense padecía la asfixia de la libertad y temía la pérdida de los derechos civiles ante una esquizofrénica caza de brujas propiciada por el senador Joseph McCarthy, el ingenio cobró forma para denunciar la persecución como los métodos irregulares y las argucias de McCarthy y sus secuaces. Mientras el célebre Arthur Miller estrenaba su obra teatral Las Brujas de Salem y Fred Zinnemann postulaba a Gary Cooper Sólo ante el peligro (High Noon, 1952), Nicholas Ray -cuya vida no fue precisamente un camino enlosado- va más allá con su obra Johnny Guitar. No solamente es una clara alegoría contra el mccarthismo, sino que opera como reactor para condenar la opresión sexual en varios planos (la homosexualidad, así como la figura de la mujer), la plasmación de dos Americas antagónicas -como también volverá a vislumbrarse en multitud de filmes posteriores (pienso en la Jauría Humana, de Arthur Penn; o Easy Rider, de Dennis Hooper)- y  el constante juego o pugna de la extrínseca relación entre personajes buenos declarados malos y malos declarados buenos, tal y como ya se aprecia en otros filmes suyos como el imborrable En un lugar solitario (1950), Los amantes de la noche (1948) o su más célebre obra junto a Johhny Guitar, Rebelde sin causa (1955).

Inaudito hasta aquél entonces, Ray delega el protagonismo en dos mujeres en un mundo, el del western, dominado por los hombres y con showdown incluido. A diferencia de obras como las de Fritz Lang y La encubridora (1952), las protagonistas son de un perfil dominante, de acción, visten como vaqueros y son libres de cualquier opresión. Vianna, la propietaria de un saloon, se encuentra en abierto conflicto con los aldeanos de un olvidado valle y su líder, Emma. Dicho choque no se debe a la aspiración por adquirir riquezas, prestigio o poder, sino por ansiedades pulsativas, sentimientos que se encuentran reprimidos (como en la sociedad estadounidense del momento) y remarca el director del filme con el juego cromático gracias al uso del technicolor. Toda una red compleja entre personajes con perfiles psicológicamente dispares y yuxtapuestos por el director hacen que el espectador no se desenganche del hilo narrativo. El gran acierto es ubicar al forastero -Johnny Guitar (Sterling Hayden)- con aires misteriosos al principio de la cinta y esperar una acción suya. ¿Cuándo intervendrá? O bien la del sherriff de la aldea. ¿Será capaz de contener la locura de Emma volcada en los aldeanos que ceden a su favor por redención colectiva? Los ingeniosos diálogos y el juego de cámara con su composición fotográfica favorecen aún más el maderamen de tensión y transmite la agonía -casi claustrofóbica- hasta concebir, bajo un plomizo atardecer, una amenaza constante. Curiosamente Truffaut llegó a observar que en todas las películas de Nicholas Ray aparece un atardecer. Un atardecer que indica el desenlace de la confrontación, el momento culmen de sus obras. La genialidad de Nicholas Ray abrió paso a un nuevo cine y el miembro como cineasta de la nouvelle vague confesó, sin titubear, que Ray "era el poeta de los atardeceres. Pero claro, todo está permitido en Hollywood, a excepción de la poesía".





Ficha técnica:

Título: Johnny Guitar 
Año: 1954
País: EEUU
Director: Nicholas Ray
Guión: Philip Jordan (Novela de Roy Chanslor)
Música: Victor Young + Peggy Lee
Fotografía: Harry Stradling 
Reparto: Joan Crawford, Sterling Hayden, Scott Brady, Mercedes McCambridge, Ward Bond, Ernest Borgnine, John Carradine, Royal Dano, Ben Cooper
Productora: Republic Pictures


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