Domingo con banda sonora



Acechaba sobre esa mesa noctámbula el pronóstico de una serena resaca. De pronto un cofrade, adormecido y cauto, preguntaba una obviedad: ¿no creen que nuestras vidas alberga una banda sonora? Obviamente asentí, aunque deshilando humaredas hubiera expuesto toda una tesis sobre la cuestión inquietada. Estoy convencido en el hecho de que nuestro historial existencial reúne una multitud de canciones para una megalómana banda sonora, vamos, para un musical si se precisa. Todavía resuenan canciones bajo mi coraza anclada en años como un buen vino, en anillos arbóreos, estaciones, almanaques, rostros; e incluso en eventos parecidos a los poemas de Karmelo C. Iribarren donde en apariencia no pasa nada y pasa todo. Como este domingo. 

Un domingo silente, hueco, relleno de menudencias y elegido al azar con su triste largo atardecer, focos anaranjados invadiendo la estancia. Empero, y parecido a los referidos poemas, te trastoca la nostalgia. Paseas en soliloquio la huérfana ciudad, cocinas a fuego lento unos calamares con alubias,  disuelves tareas de trabajo, lees poemas ensangrentados, la novela de Thomas Mann, ves el último film de Julio Médem, te asaltan recuerdos y te embistes contra el hilo argumental de la cinta: ¿qué somos? ¿Somos lo que fuimos? ¿Qué será de los focos alargados tanteando la oscura incertidumbre de su carretera?

Y al final hay un tanteo con tu yo anterior -triunfante- con lo perdido y nada ganado, la caída y esa banda sonora que cabe en la posibilidad de recordar el sueño, el atardecer rojizo perdido. Enciendes un cigarrillo y ese tema del grupo musical de McEnroe y piensas, a oscuras con alguna vela encendida, ese lamento de Xoel López: "yo soñaba cada día con alcanzar la playa". Y sientes el domingo más solitario dentro de tu soledad. Y piensas en los poemas, la canción llevada a la guitarra, los acontecimientos, la palabra sincera que se desvanecieron con un soplo y no alcanzaron al entendimiento. Una burla, una congoja. Silencio. Todo acabó. Gana el convencionalismo, pierde la poesía. Un lamento de tantos años.




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