Lobster Soup (2020)

 

"Pero todo llega a su fin [...] La cuestión es: ¿es el local y los objetos o son las personas las que llenan un lugar? Ocurre lo mismo que en la música: no importan las notas en el pentagrama o la canción que se toca, sino el sentimiento que el músico quiere transmitir al público. Si comparte su carga con los demás cuenta algo que realmente importa. A menudo hay algo que importa mucho más que unos simples objetos inanimados."

- Una voz en off en "Lobster Soup" (2020)


    Hay lugares remotos, inhóspitos donde el viajero cuyos pasos, domeñados por el impulso de la huída, se rinden. El paisaje se presenta hostil con apenas vegetación, la piedra desnuda, cenizo como el reflejo del cielo plateado; el viento arrecia su presencia contra la voluntad del horizonte. El frío se filtra por todos los costados del ser que busca ahora un lugar donde resguardarse en un lienzo propio del epílogo de la existencia. Con la fina lluvia que azota el viento contra la figura del viajero, por el muelle de la pequeña como gris aldea de Gryndavik, halla por fin un letrero: café Bryggjan. Cruza el umbral de la puerta, percibe el ardor en sus mejillas, un aroma cálido donde se confunden notas de café y una fragancia extravagante e imposible de identificar. Lee la pizarra, observa dos grandes soperas. ¿Sopa de langosta? 


    El viajero que huye se sienta en un rincón, se desprende de sus guantes, abrigo, gorra mientras contempla el local: un mapa enorme de Islandia, fotografías en color sepia, un cartel con personas cuyos apellidos son Johansson u Olafsson, un piano de pared al fondo, campanas de hierro fundido, un timón bajo la barra de pedidos. Y mientras el viento silba contra los ventanales del pequeño café, alguien se le acerca y le pregunta qué quiere tomar, en inglés. Pues una sopa de langosta, dirá. O preferirá tomar tantos cafés como quiera por el precio de uno. Pero lo cierto es que esa sombra sentada en el último rincón del mundo, mientras suena una pieza de jazz amortiguada, se ha adentrado en un lugar que ha adoptado como extraño, singular, diferente cuando para los habitantes de la pequeña localidad es anodino, frecuente, natural. 

   


    Los cineastas Rafael Molés y José Andreu, ya curtidos en el género del documental -a saber, Five days to dance (2014), Experimento Stuka (2018) o Picotazos contra el cristal (2019), entre otros- presentan con "Lobster Soup" (2020) una travesía hacia la reflexión sobre la fascinación o el asombro por descubrir lugares únicos o singulares que busca el nuevo turista del presente siglo y sus consecuencias. Ambos directores confiesan que hallaron el café Bryggjan así, como quien se adentra en un perdido izakaya en Kyoto, un restaurante en un barrio obrero de Atenas o un café enigmático en Montevideo. Son lugares que al fugaz visitante le atrapa esa sensación de estar ajeno de los circuitos propios del turismo de masas y, sin embargo, por fenómenos como TripAdvisor, es también responsable de los cambios producidos, del destiño de esos sitios. El cáfe Bryggjan, al igual que cualquier otro lugar que puede hallarse a pocos metros de nuestras casas, sin embargo, también alberga historias fascinantes. Mientras Krilli prepara su sopa de langosta y su hermano Alli organiza conciertos de jazz o blues, lecturas de crónicas locales y otros eventos culturales en este aislado local, confluyen en él personajes insólitos: el último boxeador de Islandia que recita de memoria poemas; el escritor y también traductor del Quijote de Cervantes al islandés; el outsider; los pescadores que recuerdan tiempos remotos donde se competía por quién capturaba mayor toneladas de pescado."Lobster Soup" es, por tanto, también un visionado que invita a la reflexión sobre la memoria, el transcurso del tiempo, la identidad, así como la propia comunidad. De manera sutil, con el tiempo pausado y un guión donde no se porfía contra la  imprevisión, el documental se presenta como una narración natural en la cual los personajes poseen un protagonismo soberbio y la historia una lucidez abrumadora. El cuidado de la fotografía de José Luis González y la música de Alberto Lucendo -que ya participaron en sendos documentales anteriores dirigidos por el dúo de Rafael Molés y José Andreu- engrandecen aún más este documental donde se captura el fin de los tiempos, del propio paisaje. 

    Si el viajero que huye ha terminado su sopa de langosta sonriente y reconfortado, solamente contemplará el paisaje tras el ventanal. Se olvidará del TripAdvisor, del móvil que ha permanecido en modo avión. Volverá a su país natal y no dará pistas sobre el lugar que visitó. Recordará, eso sí, a sus dueños, sus parroquianos que le dieron charla y, gracias a ellos, recorrió historias reales, leyendas, poemas que podrían quedar en el olvido con el cierre del café Bryggjan. Sí, en mi caso fue parecido. No doy pistas de aquél izakaya perdido en Kyoto. Aunque lo recuerdo muy bien. 


Ficha técnica
Título: Lobster Soup
Año: 2020
Duración: 97 minutos
País: España, Lituania, Islandia
Dirección: Rafael Molés y José Andreu
Música: Alberto Lucendo
Fotografía: José Luis González
Guión: Rafael Molés, José Andreu, Ólafur Rögnvaldsson, Arunas Matelis





     

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