Cermait’s tin whistle (II)
—¿Allan? —se asombró el anciano con el rostro constreñido, como si le asqueara el nombre. Con afán de impedir el descarrilamiento de la conversación hacia supuestos extravíos propios del viejo Brendan, Gregg le preguntó al joven de dónde procedía. Allan comentó que era de Galway, pero no le perturbó aquella pregunta, dando por hecho que al An Capall Bán solo se adentrarían dos clases de personas: los lugareños y los foráneos. Mientras el barman hacía y deshacía sus pasos sirviendo puntualmente a la exclusiva clientela del local, la conversación entre ambos no se vio interrumpida. Con la atención del viejo Brendan, sentado sobre un taburete a su costado, admirándolo con interés y la boca entreabierta, sorbiendo de vez en cuando su pinta, Allan les señalaba que se dedicaba al mundo tan singular y lejano como era Internet. Intuía, como pronto se demostró, que sus dos interlocutores no sabrían nada sobre el asunto y omitió, por tanto, indicarles que era un digital worker , concretame