Una canta, la otra no (1977)


«Tener hijos para el futuro
de este mundo del pasado, 
estar rellenita o delgada
son cosas que decido yo.
Mi cuerpo es mío.»
 - Canción extraída de L’une chante, l’autre pas, 1977

El florecimiento de las orquídeas 

    La fragilidad de la memoria nos encomienda reiteradamente a evocar algunos filmes que peligran en caer, por muy inverosímil que parezca, en el injusto descrédito y olvido de la consciencia colectiva, sea ésta cinéfila o no. Así las cosas, siempre he tenido esa extraña sensación con la figura y obra de Agnès Varda que parece circunscrita y desplazada sospechosamente hacia los márgenes cuando, qué duda cabe, fue una de las grandes cineastas. Y cuenta de ello se ve corroborada en su nada desdeñable filmografía donde se ve reflejada su interés por la memoria y el tiempo, el feminismo, las derivas del capitalismo y su compromiso por un cine combativo y transgresor, tanto en su mensaje como formato, dotando a sus filmes de un aroma fresco, vivaz y extrañamente atemporal. 


        Ejemplo de todo ello es su film  L’une chante, l’autre pas (1977), obra que en su día la propia Agnès Varda definió como musical feminista cuando en realidad abarca mucho más, entrecruzándose varios géneros y que sin duda merece ser considerada como hito en el cine feminista. La historia en torno a la amistad de Suzanne (Thérèse Liotard) y Pauline (Valérie Mairesse) sirve a Agnés Varda para configurar la historia del propio movimiento feminista, asignándole de un progreso ya no como mera idea ensartada y reducida en una narración literal, sino dotándola de ser en la narración visual y que se va conformando según avanza en el metraje hasta cobrar su forma al final de la cinta. Así, el espectador contempla la progresiva transición de una paleta de colores opacos hacia colores vivaces, el desarrollo de los cuerpos, el lenguaje y pensamiento recogido no solamente por la diégesis de sus personajes -a veces empacadas en misivas que recogen los conflictos interiores-, sino también por el propio transcurso de los años. De manera sinuosa y perfectamente ensambladas entre sí, Varda expone lo que fue -y es- la asfixiante sociedad patriarcal sin patetismo ni ingenuidad, pero tampoco mediante señalamientos o grandes proclamas. Solo sugiere que el espectador esté atento, que aprecie el significado de aquellas tristes fotografías o la falta de sororidad de inicios del metraje o que pese a que Suzanne y Pauline sean diametralmente opuestas en su carácter y filosofía de vida, se vean unidas por algo fundamental: son mujeres. 


        Frente a la actual tendencia de atomizar muchos aspectos que afectan al feminismo, dentro y fuera del cine, Agnès Varda optó con L’une chante, l’autre pas por una mirada totalizadora donde constructos sociales y roles preestablecidos, el aborto, la maternidad, las relaciones sentimentales o la soledad están perfectamente imbricados y tan arraigados que son atendidos con cierta normalidad, aunque no con indiferencia, por sus personajes. Es un patriarcado además planetario, como intenta subrayar Varda con el breve periplo de Pauline en Irán, y en el cual los personajes masculinos se muestran conscientes de este hecho, pero actúan de manera muy diferente (sea impotentes, cínicos o valientes). Suzanne y Pauline, empero, que representan la sororidad y lucha por el empoderamiento de la mujer, se mueven ignorando influencias externas, reparando más bien en sus propias experiencias e inquietudes, desde las entrañas de su propia identidad como sujetos históricos y, sobre todo, como mujeres. Convergen en ellas una idea esencial y es que, para dar sentido y plenitud a sus vidas, debe existir un feminismo transversal y habitable, presente en sus pulsaciones. 

      El cine de Agnès Varda siempre es un lugar que convido a visitar, experimentar y, a ser posible, reivindicar. Existen múltiples y buenas razones para ello, aunque uno de los principales motivos es su mirada y actitud ante la vida que se ve reflejada en sus películas. Elude cualquier efecto sobrecargado e inútil y exhibe un cine que no claudica ante la indiferencia y muestra una sobrecogedora naturalidad por vivir haciendo frente a las adversidades sin tener que renunciar a la ilusión, la esperanza y la belleza que alberga nuestro mundo. Y precisamente esa naturalidad es la que transpira el film, con ese aroma tan fresco y vivaz, propio de Agnès Varda.   
       

FICHA TÉCNICA 
Título: L'une chante, l'autre pas 
Año: 1977 
País: Francia 
Duración: 122 min. 
Dirección: Agnès Varda 
Guion: Agnès Varda 
Fotografía: Charles Van Damme 
Música: François Wertheimer
Reparto: Thérèse Liotard (Suzanne), Valérie Mairesse (Pauline alias 'Manzana'), Robert Dadiès (Jérôme) Mona Mairesse (madre de 'Manzana'), Francis Lemaire (Padre de 'Manzana'), Ali Rafie (Darius), Jean-Pierre Pellegrin (pediatra Pierre), Joëlle Papineau (Joëlle), Dominique Ducros (Marie con 13 años), Rosalie Varda (Marie de adulta), Laurent Plagne (Mathieu de 11 a 15 años) 
 Productora: Coproducción Francia-Bélgica; Ciné Tamaris

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