Tres cuartos de cuartilla para Manolo: To a land unknown
El poeta diceHa caído la máscara de la máscaraHa caído la máscara de la máscaraNo tienes hermanoni amigos ni fortaleza.Ni agua, ni medicina,ni cielo, ni vela,ni salida ni vuelta atrás.Sitia tu sitio.
- Fragmento del poema Elogio de la alta sombra, de Mahmoud Darwish
El papa León XIV ensancha su sonrisa. Una madre porta su bebé muerto por tercer día consecutivo. Le susurra palabras cariñosas, lo mece con dulzura entre sus brazos. Karol G hace su entrada triunfal sobre el escenario montado en la Plaza de San Pedro. Sonriente, encajada en un vestido oscuro con diamantes, arranca con su tema Mientras me curo del cora. Un chico de 13 años, tetrapléjico, yace de cúbito supino frente a su madre y sus pequeños hermanos. Un hilo de saliva se desprende de sus comisuras y cae sobre el polvoriento suelo donde se dibuja un círculo negro. Emite cortos, agudos mugidos. De fondo gritos, gente corriendo. De pronto un zumbido que crece gradualmente. Canta Andrea Bocelli a dúo con Karol G. Sobre el oscuro cielo de Roma aparecen palomas virtuales gracias al empleo de 3500 drones. Una lágrima de emoción rueda por la mejilla del papa León XIV que cumplirá 70 años. Hace meses que perdió a toda su familia. Sus hermanas no cumplieron más allá de 6 años de vida. Ya no recorre ciudades o aldeas porque no existen. Vaga de un lugar a otro con un dolor en la parte inferior del estómago y los labios descuartizados. Jerry Seinfeld sonríe. Los ciclistas sonríen. El alcalde de Madrid no cree en genocidios desde 1945. Trump publica un video, sus sueños húmedos sobre su nuevo «Trump Gaza». ¿Dónde los entierro?, se pregunta. Alguien le roba una lata de habas. Primero lanza la primera piedra. Corre tras él pero tropieza y, tras notar una gélida punzada, cae al suelo. Hay rabia. Grita. Sus puños elevan leves torbellinos de polvo. Un grito mudo. Llora desconsoladamente, arqueando su espalda. Isabel Díaz Ayuso se mira al espejo. Vaya, michelines. El vientre hinchado, sobresalen sus diminutas costillas. El niño, desdentado, hambriento, llora. Mi libertad, mis cañitas y jerga cheli. Han hecho de mi Madrid una Sarajevo. Alguien anuncia por la frecuencia modulada que no se puede politizar el deporte. Berlín, 1936. Estado Olímpico, ondean banderas con la esvástica estampada. El doctor Saqr, en Gaza, comparte su calzado con sus cinco hijos. No poseen medicamentos, la ropa escasea, no hay fruta ni verduras. No hay seguridad. Paul Laverty, guionista de los filmes de Ken Loach, es detenido por llevar una camiseta pro palestina. Freedom Palestina un grupo terrorista y los raperos irlandeses Kneecap, la criptonita de Taylor Swift, Rosalía y los grandes sellos discográficos, algo peor que Hamás. Las espectaculares ayudas aéreas una estampa para la galería. Perfiles falsos asaltan las redes sociales para hacer caja con el dolor de los palestinos, así como las editoriales, las plataformas de streaming, los podcasters y celebrities. Lágrimas de cocodrilo mientras se desprende un aroma a Coco Chanel. Rédito político, mi presidente. Declaremos el reconocimiento del estado palestino antes de que desaparezca, mi presidente. Feijóo se anuda la corbata y en el espejo ve a Pedro Sánchez. Envío de condolencias sin ramos de flores, cartas de solidaridad sin destinatario pero con remitente en letras capitales. Almodóvar y otros actores pasan lista de los niños fallecidos en Gaza. ¿Se van de excursión? Estremecedor ese solo de violín. ¿Es Bach? ¿Dvořák? Lástima que no sean rubios, de ojos azules. De los nuestros, vaya. Alguien graba la voz de una niña que reclama a su madre. Tiene miedo, pide a su madre que venga. Está sola. Muere. Todo real, sin filtros. Un hiperrealismo que ni siquiera Carpentier o David Cronenberg se hubieran imaginado rodar. Es Gaza. Es un genocidio que se emite durante dos años sin interrupción para todo el mundo occidental. Hay que visibilizar. Si no visibilizas, no existe. Dale al Play, después le doy al Stop para ver Masterchef 10. Y el público emperifollado se levanta de sus cómodos asientos y aplaude, conmovido. Alguien apoya su mejilla sobre el hombro de otra espectadora. Oh, es desolador. Necesito un pañuelo palestino y escuchar "Mientras me curo el cora". ¿Lo están grabando? Quiero muchos likes, muchos followers, nuevos contratos. Estoy del lado bueno del presente. Porque todo es un inmenso, indeleble, eterno y precioso presente. O eso creen algunos. No, muchos. Menos la portavoz en Gaza de la Oficina de Naciones Unidas que ha presenciado el bombardeo israelí sobre 10 edificios de la ONU. «Hay un inconfundible olor a muerte por todas partes, como un macabro recordatorio de que las ruinas a lo largo de las calles esconden los restos de madres, padres e hijos», relata Olga Cherevko. Es lo que el canciller alemán Friedrich Merz valoró positivamente: «Israel está haciendo el trabajo sucio para nosotros». Sehr Gut, Herr Kanzler. A la AfD le gusta eso, como le gusta la desaparición de Basel Adra, director del oscarizado documental No Other Land. Los únicos palestinos que van quedando son personajes de la ciencia ficción. Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados afirma que hay una limpieza étnica. Reda y Chatila, personajes en el filme To a land unknown (A una tierra desconocida), saben que no hay retorno. Gaza ha desaparecido. «Primeros ministros, presidentes, ministros de exteriores y líderes internacionales: ¿Cómo duermen ustedes? No es solo el crimen de Israel, es un crimen del mundo», prosigue Albanese. Gaza desaparecerá. Lo saben Reda y Chatila que sobreviven indocumentados en Atenas. «Una de las cosas más repugnantes que he visto en este genocidio fueron las panaderías israelíes que vendían éclairs –dulces– con inscripciones en las que se podía leer "mátalos a todos" o "mátalos de hambre". Esto fue cuando los palestinos ya llevaban dos meses sin comida, agua ni electricidad, y cuando ya circulaban imágenes de niños gazatíes cuyos cuerpos se habían reducido a poco más que huesos y piel. Hay algo extremista, enfermizo, en una sociedad que no ve el genocidio», recuerda Francesca Albanese. Y Reda y Chatila, personajes de ficción, recuerdan también algo porque, a diferencia de muchos, ellos sí tienen memoria. Mientras parte de la población mundial intenta aliviar sus conciencias a base de eslóganes, caducos símbolos y flashmobs rellenos de cinismo, ellos evocan el recuerdo. Porque saben que Gaza desaparecerá. Y Cisjordania. Y Palestina ¿Cómo era aquel poema que recitaba Abu Love? Ah si, era así:
El poeta dice
Ha caído la máscara de la máscara
Ha caído la máscara de la máscara
No tienes hermano
ni amigos ni fortaleza.
Ni agua, ni medicina,
ni cielo, ni vela,
ni salida ni vuelta atrás.
Sitia tu sitio.
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