Tokio Blues, Norwegian Wood
"People are strange when you are a stranger"
People are strange, de The Doors.
Esta verdad revelada bajo el alfiler que rasca el canto de The Doors tampoco alivia. «El conocimiento de la verdad no alivia», reconoce Toru Watanabe mientras alguien contempla la calle escampada, alumbrada por un colorido parpadeo constante, rugidos infernales, vagabundos torciéndose, maniquíes enredándose, exhibiendo mandíbulas batientes frente a vidas errantes, consumidas en pronta edad. El Tokio de finales de los sesenta era similar al resto de aceleradas pulsaciones que comenzaban a brotar sobre nuestra tierra. El mundo comenzaba a arder bajo las alarmantes sirenas del miedo y alguien cantaba borracha sobre los tejados, contemplando el inicio de esta obra teatral en la cual habitamos y de cuyo origen se anidaba en la memoria, en la canción.
Toru Watanabe se ocultó el rostro con las palmas de sus manos al reconocer las cuerdas vocales de Paul McCartney, la melodía de aquel Norwegian Wood que lo lanzó, nada más aterrizar en Hamburgo, al ostracismo del recuerdo. Allí, décadas después, saltando entre lecturas y canciones capaces de colorear los rostros más queridos, Toru contorna y amoldea la estela dejada atrás, percibe el gélido aliento de Naoko, su interminable silueta, los prados conquistados junto a ella. Pero al rebobinar también surgirán su amigo suicida Kizuki, el imborrable Tropa-de-Asalto, Nagasawa, el vivo retrato de Gatsby, la melómana de Reiko o la alocada, vivaz y persistente Midori que removerá la intemperie para no contemplar el lodazal a orillas de la memoria del propio Watanabe.
Haruki Murakami frente al vacío que descuartiza con sus letras en Tokio Blues. |
Quien pretenda encontrar en esta novela inflada de humor y, en ocasiones, de cierto surrealismo -casi kafkiano diría yo- un mero pasatiempos, se verá decepcionado. Tokio Blues es un auténtico clásico de la literatura contemporánea. Un novelón. Una afirmación de aquel canto de Jim Morrison.
Comentarios
El Templo esta en Buenos Aires,yo de vacaciones en Madrid,,,jajaja
Abrazos
Un abrazo, Romano!