4 Bajo Par



 La noche apremia el desgaste de las luces que se reflejan en las suelas de los zapatos que corren por el oscuro y mojado asfalto. Las vertiginosas puertas disparan a uno por la espalda y, de frente, se desprende un rojo intenso iluminado por la blancura y el dorado propio del minúsculo pero a la vez inmenso Teatro Leal. Apenas al tomar asiento soy consciente del color que irrumpirá en esta oscuridad que, en ocasiones, suele cercar a los viandantes: rojo; rojo como esos dos sofás que se vislumbran tras cuatro micrófonos, las guitarras a los costados y unos palos de golf. La razón de este último utensilio es vital para esta noche ya carcomida hace apenas unas horas. 

Cuatro golfos -dicho desde el cariño y el respeto- hacen su aparición sobre el escenario. Afinan el silencio, irrumpen primeras sonrisas. Las voces se intercalan en alturas y recuerdan a más de un espectador aquella pregunta que se le surgió en alguna facultad o en su oficina, ese quién me iba a decir subversivo. Subversivo como la intención de este encuentro de cantautores, poetas que hacen malabares con letras y acordes, que consiste en contener la lluvia por una noche, recobrar el calor, fruncirle al tiritar, al frío de las incertidumbres que se tambalean por las calles. En definitiva, volver a sonreír y habituar un sereno pálpito sobre el pecho. Indispensable fue para aquello reencontrarse con quien ya serena y se codea felizmente por los rincones de este archipiélago, alquien que con un puñado de docenas de sonrisas acompañantes y una guitarra no le resulta incómodo dejar Madrid. Marwan volvía con su risotada, el vacile en el andar y la pulcra voz al hacer sonar ese Palabra por palabra, los próximos veranos y los Ángeles que también se hallaban escondidos entre las butacas. Fue difícil encontrar al verdadero Marwan cuando entraba un melenudo pisando con flojera los pasos, rascando felicidades con tan sólo ver al público. Al perder la peluca surgió Luis Quintana con esa humildad que ya es un sello más de él como es su humor y las gesticulaciones que todos intenamos imitar al tocar cómo fue aquel Antes de nuestra infancia, esos Tengo que hacen a más de uno encoger el ritmo del músculo principal o contener las lágrimas, acaso insistir en no agrietar el columpio de la carcajada cuando recuerda que algunos hablan de sexo como quien habla de economía

Luis Quintana, Sergio Alzola, Diego Ojeda y Marwan son, por una noche, 4 Bajo Par.
 Entre vaivenes también se eleva la afinada voz de Sergio Alzola que esconde la mirada, eleva el mentón e intenta atraer los tengos con ese Yo también te tango, rumbas y mestizajes de otros continentes que se funden en estas islas, recuerda que en las butacas también hay Alguien que nunca dejaría sola a quien le tiene secuestrado en pensamientos, noches desorbitadas. O gente que se toma su Bloody Mary para intentar desvestir el crudo desamor que permiten vender discos a estos grandes cantautores. Y ya cuando Luis Quintana le declaraba su amor a Sergio Alzola, Marwan de pronto abrazó y besó a su amigo Diego Ojeda, ese poeta que versa con las palabras a miles de kilómetros, en cientos de terminales para encontrar esas historias, los amores pasajeros que habitan en algunos aeropuertos. O que, tras sus lánguidos discursos que arquean curiosidades o hacen bostezar a Luis Quintana, recuerda que, a veces, existen semáforos en verde que hay que aprovechar, que permiten lanzar hasta el green los malos presagios, las llamadas que nunca sonarán en los móviles de las tristezas. 

4 Bajo Par no fue un reencuentro entre cuatro cantautores canarios -y uno de ellos apadrinado, como es Marwan- en una tibia y húmeda noche. También fue el instante para muchos de batear malezas y salir con el pecho inflado de sonrisas y contenedores de felicidad.

Comentarios

el gato utópico ha dicho que…
Hermosa crónica.
Yo quedo más que agradecido.
Sin ir... yo estuve.
Gracias!
Diebelz ha dicho que…
¡Ey, Gato!
Me alegro de volver a verte por estos lares. Y aún más que estuvieras ahí con nosotros.

Un abrazo!

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