Comandante Arian


Afortunadamente, el cine documental ostenta una salud encomiable en nuestro país e, impertérrito, continúa su senda adentrándose en este siglo XXI. De ahí que la cámara cruce fronteras desde tiempos de Gerardo Olivares para enfocar su campo de visión no solamente en fenómenos milenarios -y todavía urgentes- como la inmigración, las desigualdades globales, la supervivencia de minorías culturales o étnicas, sino también en conflictos contemporáneos o en procesos aún por concluir como son la emancipación de la mujer. De ahí que me acuerde, a bote pronto, de los filmes del mencionado Gerardo Olivares (Caravana, 2004) o también del recientemente premiado Oliver Laxe (Todos vós sodes capitáns, 2010) o Susana Guardiola (Voces de Mozambique, 2011). Tampoco me olvido de las primeras incursiones de la cineasta catalana Alba Sotorra que traspasaban nuestras líneas divisorias para traernos esa lucha de las mujeres en Pakistán (Miradas desveladas, 2008) o bien reflexionaba sobre la cuestión del conflicto bélico y las realidades existentes entre unas regiones u otras de este planeta con Game Over (2015). Su última obra, Comandante Arian (2018), no es el resultado de dos cruces de cuestiones que preocupaban por exponer a la referida cineasta oriunda de Reus, sino también la emergencia de exponer un hecho que está aconteciendo en estos instantes como es la lucha por la liberación del pueblo kurdo del Estado Islámico - también conocido como ISIS o DAESH- tras es estallido de la cruenta y dolorosa guerra civil siria con la Primavera Árabe (2011). 

Entre mis estanterías todavía conservo un libro valioso como vital denominado "Siria: la primavera marchita" y que relata la vida de las personas durante este conflicto entre los años 2013 y 2014 en Siria. Digo valioso porque lo confeccionaron varios periodistas freelance que, literalmente, se jugaron la vida para relatar estos hechos y que, además, fueron secuestrados (entre ellos Antonio Pampliega y José Manuel López). Además, se pudo publicar gracias al crowfunding y describe esa situación desoladora y amarga de la guerra que deja al lector totalmente hundido en su privilegiado sofá de este primer mundo. Y es así -una vez más- como se te queda el cuerpo tras el visionado de Comandante Arian, aunque también con una tibia sonrisa sabiendo que existen esos héroes anónimos que poseen una integridad y fortaleza inconmensurable, digna de ser recordada y subrayada hasta el confín de nuestras existencias. 

Alba Sotorra (segunda de la izquierda) junto con la comandante Arian (centro)  

Es así como Alba Sotorra, sola, con cámara en mano, atravesó ilegalmente la frontera para filmar la lucha de mujeres como Arian en la región de Rojava durante 3 años. El resultado fue un documental de obligado visionado donde se sumerge en la lucha por establecer una sociedad justa e igualitaria frente a los fanáticos del Estado Islámico. En ella se vislumbra, cruzando el espacio íntimo, cómo las mujeres luchan contra el hiyab y el patriarcado con kalashnikov en mano ante constantes tiroteos y explosiones, minas y muertes en su camino. Siguiendo los pasos de las Unidades Femeninas de Protección (YPJ, en kurdo: Yekîneyên Parastina Jin), Sotorra filma el avance de la valentía e ilusión de las mujeres kurdas por defender y difundir una sociedad que parece que se asfixia en este siglo. No sin llantos y muertes de quienes filma, Sotorra exhibe una frase que deja caer durante el documental el padre del caído hijo Yasin: "Estamos perdiendo tanto por ser buenos y humanistas. Nuestros corazones son puros. Somos tan ingenuos. Para mí todos ustedes sois Yasin". La cineasta catalana enfoca en ese preciso momento las dos manos unidas del padre de Yasin y Arian, mirando al vacío. Y precisamente ese instante es el clímax de esta cinta que es nuestra existencia. Esos minúsculos segundos que parecen horas, centurias, siglos y esperanzas que se anidan en un cosmos ausente de miradas. Captar ese instante y volcarlo al espectador es la fuerza de este documental que no demuestra el espectáculo gore ni la ortodoxia, siquiera la llamada en cautiverio de doctrinas o programas políticos. La generosidad del filme está en precisamente ahondar en las virtudes que posee este enloquecido conflicto, en demostrar a quienes tienen calefacción, neveras infladas y derechos civiles amparados que personas que luchan con su única existencia son capaces de tomar la locura de la ingenuidad por mejorar sus vidas, ¿no deberíamos nosotros hacer lo mismo? ¿Y con más razón? 

En momentos donde en países como España se cuestiona o peligran los derechos y avances obtenidos durante las últimas décadas por el auge de la extrema derecha, este documental no solamente nos enseña lo que acontece en Siria, sino que nos advierte de lo delgada y dura que es, a la par, esa línea que nos separa entre un estadio medieval del progreso. Con titánico esfuerzo y sin apoyo del exterior, las mujeres kurdas luchan hasta su último suspiro por algo que en nuestra sociedad occidental y del primer mundo parecemos olvidar con demasiada facilidad. Quizás resulte ser obligado proyectar a la comandante Arian de espaldas, entre ruinas, sin sensibilidad en los dedos, decir que sacrificar la vida es una necesidad si queremos un mundo más justo. 


Ficha técnica: 

Título: Comandante Arian 
Fecha: 2018
Dirección: Alba Sotorra
Guión: Alba Sotorra, Jesper Osmund, Steffano Strocchi
Música: Mauricio Villavecchia 
Fotografía: Alba Sotorra


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