Olga Tokarczuk - Los errantes

 Plantada sobre el terraplén antiinundaciones, la mirada fija en la corriente, descubrí que -pese a todos los peligros- siempre sería mejor lo que se movía que lo estático, que sería más noble el cambio que la quietud, que lo estático estaba condenado a desmoronarse, degenerar y acabar reducido a la nada; lo móvil, en cambio, duraría incluso toda la eternidad. 

- Olga Tokarczuk, en Los errantes (2018)

     

   
    Albergamos en nuestras instrucciones genéticas, desde épocas prehistóricas, la inquietud por espolear nuestros cuerpos hacia un plano de coordenadas lejano del origen de nuestras pulsaciones vitales. Con o sin pretexto, transitamos la cartografía mutable, manchamos los mapas, fijamos una dirección laxa, hallamos o perdemos pasos, velocidad, medidas temporales, paisajes. Y es prácticamente imposible no encontrar cuerpo viviente que se mueva en su vida diaria por deseo, instinto u obligación y al mismo tiempo se pregunte por su motivo y su razón de ser. 

     Los errantes, de Olga Tokarczuk, es precisamente esa auscultación de los pasos, la introspección avalada por cartografías borrosas y la taxidermia practicada en cuerpos volátiles, torcidos que, pese a su propia voluntad evanescente, sobreviven en un presente artificial, carente de eternidad. La obra de la escritora polaca es una antinovela en esencia, carente de etiquetados, estanterías que ovacionan el desglose de los géneros literarios. Constituida mediante fragmentos, historias desmenuzadas y dispersas pero cuya fragancia es el hilo conductor, el leitmotiv de Los errantes -el trayecto, el viaje como realidad y metáfora de la vida-, Olga Tokarczuk exhibe una odisea donde, quizá, no hay punto de retorno. Su lectura, con reminiscencias, ecos que aluden a Milan Kundera y empleando una voz coral como una gran disparidad de géneros literarios, es al mismo tiempo una genialidad en cuanto a que es la alegoría por excelencia de la edad posmoderna de nuestros días. Las historias de Kunicki, los Viajes del doctor Blau o bien las misivas de Joséphine Soliman y un innumerable número de historias relatan no solamente sobre la psicología del viaje, la disputa entre lo efímero y lo permanente, sino también sobre las distintas escalas de amor, nuestra relación con los otros, con nosotros, la sociedad en sí en un eje de coordenadas atemporal donde no hay excusa alguna para apartar la mirada. 

    En suma, Los errantes es una valija repleta de historias que hollan en el lector ambulante. Con un lirismo sui generis, capaz de evocar nuestros cinco sentidos, sea en los no-lugares de Marc Augé o bien en los Países Bajos del siglo XVII, sea con personajes históricos o de ficción, su lectura alberga todos los elementos, estandartes de una vida, propios y necesarios para la introspección urgente de nuestros días. Liviano y profundo, sinuoso, puro placebo es su lectura que trata de todas esas cosas que buscamos resolver en los bares, en una escondida cafetería o bien en los aeropuertos que cruzamos en nuestros vuelos. 

Comentarios

Entradas populares