JazzInJapan

    En algún futuro todavía sin anegar, solamente soñado, me gustaría haber visitado el mítico Birdland en Nueva York. A veces visito su página web y me imagino poniéndome una chaqueta americana en el hotel, ceñirme a mi bastón o dejarme caer, impetuoso, sobre una silla de ruedas, ansiado por visitar ese lugar que habitaron Charlie Parker, Miles Davis, John Coltrane, Stan Getz o efemérides como Gary Cooper, Frank Sinatra o Ava Gardner. Sin embargo, suelo soñar con mayor ímpetu volver a Japón. Nunca antes anhelaba un lugar concreto por querer revisitar. Pensaba que, con visitar las orillas del Bósforo o las de Río de la Plata me podría contentar. Pero al presentarme ante aquel país del sol naciente me ví rielado sobre un charco germinado por la lluvia del verano. Natshukashii. Nostalgia feliz

    Ahora, en un arrebato de ensoñación furtiva como despierta, me imagino en ese rincón del mundo, apenas mensurado. Me veo despertándome alejado del sueño de mi ciudad, de mi país, de los horarios y tareas asignadas a los mortales que tocan la bocina, corren de un lugar a otro sin planos bajo sus axilas, auscultan efusivamente su móvil o, renuentes, cumplen con un planning efervescente, vacío e inflado al mismo tiempo. Me veo despertar en una ciudad distante, recorrer sus aglomeradas calles llenas de discretos rumores, los rascacielos en el intento de alcanzar el cielo que, eterno, debe ser bisoño. Me veo ver un atardecer temprano, pasear por calles peatonales que desisten en quedarse dormidas y donde bulle la vida eternamente. Ser la sombra imaginada de Jake Adelstein buscando un olvidado Izakaya en medio del barrio de Shinjuku; tomar una cerveza fría, liar un cigarrillo, degustar de sus deliciosos platos y entonar correctamente aquella expresión: «¡Soukaaa!». Y después, tras dejar deslizar aquella puerta corredera buscar, con bastón en mano, un lugar donde recuerden el legado jazzístico de Toshiko Akiyoshi, Ryo Fukui o Jiro Inagaki. Me veo solo en medio de la oscuridad. Cabizbajo, nostálgico, avanzando en medio de una calle desolada mientras a los costados alumbran tibiamente algunas farolas. Omoide Yokocho, «el callejón de los recuerdos». Avistar un taxi, alargar la mano. Ser la ambulancia del despido. Verme frente al Grapefruit Moon que cantaba Tom Waits. Adentrarme en él...Y sí, deleitarme con el jazz que no tiene carnet de identidad. Natshukashii.


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