La mirada se escora, se posa sobre la vitualla albergada en la estancia, su neblina del ayer. Navega entre afiches y tótems distribuidos aleatoriamente en torno a su escritorio y a cuyo costado se arrincona una enmudecida guitarra. Observa con una sonrisa expelida tras sus cicatrices las fotografías de soldados triunfantes que liberaron países, rebeldes desayunando y calmando sus doloridos cuerpos, los dibujos de héroes taciturnos cuyas pulsaciones vitales se vieron abocadas ante un reloj que continúa latiendo.
Los viejos rockeros de Zagreb evocan el deseo de derrotar a Creonte, impulsarse con sus guitarras hechas pértigas para reencarnarse en la voz de Antígona. Deseos ajenos a James Bond, al capricho mundano in fretta, al devenir de siglos cuyas pulsaciones históricas quedaron sepultadas bajo un manto barbitúrico. Empero allí siguen, sobre el anhelo futurible de sus deseos como consecuencia de una necesidad proclamada y palpitante en su campo semántico. Trasnochados héroes grapados sobre pizarras de corcho, testigos y huérfanos ante un océano de miríadas de estrellas, reflejo de un universo que ansían tocar, acariciar con las yemas de los dedos. Sus delitos, semejantes y fundidos con los de Prometeo y Safo, era cambiar el mundo. Ser héroes callejeros, suscitar y velar por la felicidad nómada y pulcra, adherida a las dimensiones del alegre encanto. Aunque fuera, al menos, por una hora de sus diminutas e ignoradas existencias.
Gracias. Bueno, aquí permanece en los 'Sonidos del Brazo de Orión' como lugar de subterfugio. El otro día tenía puesto este tema mientras colgaba la ropa en el patio y un vecino o vecina empezó a silbar la canción desde algún rincón de los pisos superiores. Me hizo gracia cómo una canción tan desconocida en tantos espacios y tiempos del mundo era capaz de alegrar un edificio por unos segundos. ;)
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