Porqué el mundo no existe

«El sentido del ser, el significado de la expresión "ser" o "existencia", es el propio sentido. Esto se manifiesta en el hecho de que el mundo no existe. La inexistencia del mundo desencadena una explosión de sentido, puesto que todo lo que existe es porque aparece en un campo de sentido. Dado que no puede haber un campo de sentido que lo abarque todo, hay un número ilimitado de campos de sentido. Los campos de sentido no están conectados entre sí, ya que entonces sí existiría el mundo. Las relaciones entre los campos de sentido que observamos y producimos consisten siempre en nuevos campos de sentido. No podemos escapar al sentido. El sentido es, por decirlo así, nuestro destino, y este destino nos concierne no solo a nosotros, los humanos, sino a todo lo que existe».
- Markus Gabriel, en Porqué el mundo no existe, 2013.


     Germán Coppini y sus Golpes Bajos ya advertían del desencantamiento del mundo de Max Weber cantando, con un tono atemporal e indisoluble, que eran y son malos tiempos para la lírica. Son tiempos donde el cientifismo y la tecnocracia se erigen con autoridad para exhibir un mundo anclado en el sempiterno presente, dimensión temporal cuyo latir es extirpado de su natural vínculo con el pasado y el futuro; donde no hay cabida para los idealismos y vanguardias que nos impulsaron hasta este instante que habitamos. La posmodernidad, en cuyas entrañas habita un nihilismo moderno, pretende explicar el mundo únicamente mediante el bisturí y la neurociencia. La polarización política, nuestro espíritu, emociones, conductas o comportamientos solamente deben pasar por el filtro de la neurociencia y la inteligencia artificial, doblegarnos ante un Golem XIV como se imaginaba Stanislav Lem («cada vez hay más científicos y menos sabios»). Defenestradas con desdén las ciencias humanas, queda varada esa sensación de desazón que parece envolver a la humanidad, ese sentimiento colectivo de abatimiento y derrota, de sueños apocalípticos exhibidos en las carteleras de cine, la renuncia a la belleza estética, la creatividad y la ilusión. Porque todo lo que no entre en el campo de lo útil o del Sistema Operativo Dominante -Mark Fisher dixit-, no tiene valor. 

        Sin embargo, existen todavía tras las barricadas de las ciencias humanas algunos filósofos insurrectos que retan al imperio posmoderno cual La Resistencia al Imperio Galáctico en Star Wars. El joven Markus Gabriel es uno de ellos y proclama tajantemente: el mundo no existe. Postulado en la corriente filosófica del Nuevo Realismo junto con otros pensadores como Maurizio Ferraris, Gabriel presenta una ontología realista en torno a su planteamiento de campos de sentidos y ámbitos objetuales capaces de evidenciar que el mundo externo que anula nuestra concepción de mundo no supone un fracaso, sino una oportunidad de transformación y reinterpretación. Es más, cuestiona los límites establecidos por la realidad y rescata aquellos conocimientos y ramas de las ciencias humanas que han sido denostadas y devaluadas por la posmodernidad. Con vocación didáctica y empleando analogías y ejemplos extraídos de nuestra propia cosmovisión, Markus Gabriel nos convida en su breve ensayo Porqué el mundo no existe a practicar, como bien observa el propio Slavoj Žižek, a realizar un ejercicio intelectual de primer orden: pensar. Mientras se avanza en la lectura, uno no puede evitar de hacer breves pausas, mirar al techo o a cualquier rincón y meditar sobre por qué damos por hecho como verdad ficciones como las fronteras de las naciones, los colores y formas, y sin embargo otros cuestionan hechos demostrados por la ciencia; la razón por la cual las creencias, el arte y la propia filosofía abarcan verdades necesarias para nuestra propia existencia y que no pueden ser verificadas por la ciencia. O bien pensar en lo ilimitado que es el mundo y que ahora me lo imagino como un tejido constituido por campos de sentidos que se solapan unas a otras sin capacidad de hallar una visión absoluta del todo, como tampoco se podrá jamás ver todo el universo por muchos telescopios espaciales James Webb que lancemos al espacio exterior. 

       Aunque la premisa de Markus Gabriel podría sonar, de entrada, sombría, el realismo negativo se torna positivo. Gabriel demuestra que precisamente la no existencia del mundo y la implosión de los límites establecidos por el mundo externo que caen en nuestro campo de sentido, en realidad nos dota de una capacidad de transformar y crear nuevos campos de sentido. Somos -y parece que lo hemos olvidado- obras de arte. Podemos generar hechos -que son verdades- más allá de los objetos y adquirir un sentido de la vida. Cada uno de nosotros, así como toda una comunidad, poseemos esa capacidad que el mundo externo con un exceso de cientificismo y tecnología, de esquemas y sistemas operativos dominantes nos anula. En cierta forma, se trata de buscar un equilibrio y no olvidar nuestra naturaleza humana. Así, el futuro será ilusión; o no será. 
        

            

Comentarios

nmj.graphiteart ha dicho que…
"el mundo externo que anula nuestra concepción de mundo no supone un fracaso, sino una oportunidad de transformación y reinterpretación." "Así, el futuro será ilusión; o no será"... qué maravilla. Memorizaría todo. Creo que al final me lo compraré. Me ha encantado. Una gran sorpresa para empezar el día :) Feliz miércoles!.
Diebelz ha dicho que…
Bueno, así creo haberlo entendido. Con la misma aparece Markus Gabriel, me da una colleja y me dice que no he entendido nada,jaja. En fin, feliz miércoles para tí también. ;)

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