Tiempos donde se apaga el silencio. Alguien, con el cuello del abrigo alzado, camina encogido portando bajo su brazo un bloc inflado de constituyentes sintácticos cuando soñó con la poesía. Las estrecheces murmuran en fétidas esquinas, sospechan de quienes pasean con su toga de almanaque, bajo la judicatura del tick tock de los relojeros con cobertura policial. Descalzas orillas son suplidas por deportivas y alguien convierte sus gélidas manos en un puño donde avivar un escaso soplo de amor. Eleva un talón sin abandonar su estacionamiento, después el otro. Leves sacudidas ante la descomposición del paisaje rutilante condenado a convertirse en una eterna noche de pesadillas. No ve allanamiento posible ante los crupieres del mal, conjuros frente al maleficio de los escaparates. Un suspiro, se coloca los cascos cosmonáuticos para no dejarse llevar por la corriente que promete eludir el ahogamiento. Se prefiere así, como una canción de Marvin Gaye.
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