Ezequiel 25:17: Lo ‘Histórico'


— ¡Di ‘histórico’ una vez más, di ‘histórico’ una vez más! ¡Te reto dos veces, cabronazo! ¡Di ‘histórico' una maldita vez más! —vocifera un Jules imaginario, empuñando el arma con determinación. 


    Ha llovido mucho desde que Wittgenstein hizo suya una máxima cuya vigencia persiste: para comprender el mundo, hay que analizar el lenguaje cotidiano. Ahora, la cuestión, en apariencia compleja y sosa como una sopa de letras, resulta sencilla en la actualidad. El paquidermo Donald Trump y sus adláteres circenses, por ejemplo, hablan con una claridad tan inocente que a su lado un guion de Jim Henson parece un estudio académico. Y aún así se asoman aquí y allá algunas palabras recurrentes, endiabladamente disonantes que albergan en su interior un deseo oculto como Kane en el filme Alien: el octavo pasajero

    Jules Winfield constriñe su rostro cuando los miembros de la OTAN consideran un «logro histórico» el aumento del 5% del PIB en gasto militar; pone cara de asco al ver al presentador del telediario informar sobre el «histórico encuentro» de Trump y Putin en Alaska donde no se alcanzó acuerdo o resolución alguna. Histórico son también los éxitos deportivos de Carlos Alcaraz o de tu multimillonario equipo de fútbol; las cifras de turistas extranjeros veraneando en tu país o el primer restaurante tuvaluano en tu ciudad. Lo ‘histórico’ amanece despeinado en el parte informativo de la radio y se acuesta descarrilando por la torcida lengua de un instagramer a altas horas de la madrugada. Junto con don ‘inédito’ y doña ‘sin precedentes’, lo ‘histórico’ y sus hermanos ‘épico’ e ‘imperdible’ pululan diariamente en un hinchado y eterno presente. Así las cosas, lo ‘histórico’ suele emparejarse con hechos positivos, con énfasis triunfante. No se habla de ‘histórico genocidio en Gaza’ o ‘histórico terremoto en Kamchatka’, aunque exista una militancia tentada en pronunciarla. Producto de una cultura hegemónica que preconiza el presente como única realidad (llámese posmodernidad), esta adjetivación practicante del nudismo indeleble se muestra por primera vez desligada de la historia. A base de esquizofrénicos ‘clicks’ ejecutados a velocidad supersónica, lo ‘histórico’ ya no requiere de tiempo de reposo para que pueda fermentarse, después evaluarse. No se exige lentitud, dilatación del tiempo para estudiar los hechos, clasificarlos, generar un mapa siquiera conceptual, porque la historia ya no existe, no se requiere de ella y su memoria. Total, vivimos en el presente. Ya nos orientaremos con el GPS o preguntándole al Chat GPT. Aunque en apariencia podría tratarse de una llamada de auxilio inconsciente, un requerimiento de la presencia de la historia para entender el presente, acaso los inminentes y torpes pasos del futuro, reanimar nuestra condición como sujetos históricos -ahora claramente suprimida-, lo cierto es que se parece más bien a un envoltorio vacío.

Texto by W.
Ilustración by mase0ne

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