Tom Waits - Closing Time

My time went so quickly 
I went lickety-splitly out to my ol' 55 
As I pulled away slowly, feeling so holy 
God knows I was feeling alive 

 - Tom Waits, en su tema Ol’55, 1973

            Para corregir las lentes del tiempo se debe comenzar con la pausada observación, el detenimiento cuya escucha comienza apreciando la portada y el título de su primer álbum, Closing Time. Aquí se advierte a un todavía desconocido y joven Tom Waits, un muchacho de aires bohemios, un personaje extraído de alguna novela de Jack Kerouac, acaso unos versos de Charles Bukowski garabateados sobre una servilleta con manchas de bourbon. Envuelto por una oscuridad espesa, solo se aprecia un reloj que marca las altas horas de una madrugada incógnita y al joven californiano, asomado sobre un piano que será imperante, custodiando una botella terciada y un cenicero rebosante de colillas. No son solamente los elementos propios de un disco, sino también de toda la cosmogonía waiteniana: la eterna e insomne noche, la anticipada como cumplida nostalgia como único resorte para afirmar la existencia de aquellos seres vulnerables y marginados a los que canta un ángel borracho de bourbon y protege bajo sus deshilachadas alas. 

            Al caer suavemente la aguja sobre este disco, se acomete la inusitada presteza de descubrir el inicio de este ángel triste y herido. Un espíritu celeste cuya voz todavía se conserva clara, algo resbaladiza, levemente desdibujada que serpentea por seguras tonalidades. Con el tema introductorio Ol’55 uno se halla en medio de un punto de fuga atemporal, el espíritu de libertad de los eternos errantes que ya presienten una congoja manifestada melódicamente, ligera y que se anuncia dolorosa. El viajero que huye con su lady luck comienza a ser consciente de la fugacidad del tiempo, de la estela que va dejando a su paso. Corre por olvidadas freeways y pese al atardecer y la anunciada sentencia del tiempo que sabe irrevocable, admite, derrotado, inútilmente, desear quedarse un poco más en un instante que se desintegra.  


            Pero también hay un anhelo sometido al temor con dulce resignación. Con I hope I don't fall in love with you, Waits prosigue con su habilidad por perfilar escenarios, potentes instantáneas. Aquí, en los bares que son los santuarios de los derrotados, hay un cruce de miradas, una silla, la luz de un cigarrillo, un salmo hecho balada y que comprime la nostalgia no asignada al pasado, sino al presente antes de abandonar el local y comenzar a deambular por Virginia Avenue. Las notas de un piano trompican simulando el ebrio balanceo y una trompeta con sordina prestan esa imagen sensorial de un alma en pena, perdida, bajo luces de neón y charcos de lluvia. Los elementos jazzísticos como propios del folk y el blues se intercalan todavía de manera distendida en el primer disco de Tom Waits. Sin embargo, algunas piezas refulgen cierta claridad, así como sus letras, muy lejanas aún de sus posteriores trabajos. Ejemplo de ello es Old Shoes (& Picture Postcards) de espíritu guthriniano y donde la guitarra suple por un instante la omnipresencia del piano. O Midnight Lullaby, tema jazzístico y cuya ejecución dota -bajo ventanas cuyos cristales aparecen salpicados por gotas de lluvia en mitad de la noche- de cierta continuidad y coherencia al disco. Así, los temas subsiguientes,  Martha, Rosie y Lonely, son las reminiscencias y la conclusión final que, gradualmente, toca alguien solo tras la hora de cierre en un abandonado bar. Alguien que admite que, pese al trascurso de más de cuarenta años, sigue enamorado de Martha; alguien que le canta bajo la luna a Rosie para, finalmente, hundirse en un espeso y oscuros Lonely. Pero antes de cerrar el disco con un tema instrumental y pictórico como es Closing Time, Waits todavía se intenta sacudir con un agitado  Ice Cream Man la tristeza. Así, quizá ya recompuesto con dos cervezas calientes, se relame las heridas evocando esos momentos que pudo habitar junto a los perdidos amores del pasado. Sereno, derrotado soñador, se sienta frente al piano y canta con Little Trip to heaven (On the wings of your Love) y Grapefruit Moon la inasible belleza pretérita, infla las sombras con cándidos tonos que parecen difuminarse con la aparición del amanecer, el fin de una noche que ha habitado junto a un piano, cigarrillos y una buena botella de bourbon. 

                Ciertamente, Closing Time no es un álbum que se pueda considerar como una Magnum Opus dentro de la discografía de Tom Waits. Todavía estaba por llegar la ruptura con las convenciones musicales, el desmembramiento y los saltos mortales sobre las cuerdas vocales; la torcedura, la dulce rugosidad, el ladrido y la coz melódica de un ángel cuya bondad e inocencia lidiará frente a la condición humana. Sin embargo, Closing Time es un meritorio punto de arranque para conocer, como referido con anterioridad, ese enigmático y cándido cosmos waiteniano. Es una invitación para perderse en la noche con los espíritus celestes mientras se percibe el repiqueteo de la lluvia, se inclina la cabeza y sueña con la pérdida y la triste ilusión garabateada sobre una servilleta con manchas de bourbon. 

               

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