Ghassan Kanafani - Una trilogía palestina

 «Un rayo de sol se filtró por la ventana e iluminó el delgado hilo de sangre que corría por las baldosas de la cocina de un blanco reluciente. Resonó la voz del silencio. Fuera, los perros ladraban rabiosamente sin cesar y solo los acalló el ruido de sus pasos que, como el ataúd colgado en la pared, golpean: golpean con cruel insistencia, implacablemente, contra mi frente. Golpean encima de él, masa inerte. Golpean. Golpean. Golpean.» 

- Ghassan Kanafani, en su novela Lo que os queda, 1966 

        Se nace y se muere en la hermenéutica proyectada por territorios no solo literarios, sino cuyas existencias poseen unas coordenadas geográficas, esquirlas que destellan incesantemente. Palestina es una de ellas, una región circunscrita a la imposibilidad de atisbar cercana si no es mediante la distancia testimonial recogida por lentes de cámara, su música o literatura, obviando el patente estorbo que causan los sesgados y opacos telediarios de esta otra orilla del mundo. 

            Precisamente su literatura es la manifestación más recóndita y apenas escrutada, sobre todo en estos tiempos posmodernos donde el trasfondo se extingue y prima la mercantilización de la ausencia de la estetización política benjaminiana. La cosmogonía de las letras palestinas está estrechamente relacionada con la propia razón de ser de Palestina. Identidad y exilio, ocupación y conflicto palestino-israelí son las materias fundacionales, aunque también perennes, exhibidas por autores como el poeta Mahmud Darwish, Imil Habibi o Samih al-Qasim. Más que una urgencia, la narrativa palestina surge, no sin cierta dificultad, de una natural demanda por responder a cuestiones sacudidas sin preludios y con toda la violencia histórica, cruel y sin retaguardia alguna para articular una respuesta. Todavía sin poder asimilar la Nakba (“El Desastre”), acontecido tras la guerra árabe-israelí en 1948, la comunidad palestina se vio en un exilio impronunciable, execrable visto desde cualquier ángulo de la razón, y sin motivo de identidad alguna. Pero también es un hecho indiscutible que todo ser individual o comunidad humana requiere de un elemento inherente como es la narrativa, el relato adscrito a su historicidad. La insólita condición histórica, enclavada en las arenas del desierto y confrontada con la voluntad de la militancia política, fue, pese a sus hostiles circunstancias y limitaciones, el germen de la literatura palestina que se abrigaba en la dialéctica subversiva. Y en ese sentido, la figura de Ghassan Kanafani fue relevante. 

     A Ghassan Kanafani (1936-1972) se le considera, y no de manera inmerecida, padre de la narrativa palestina. Pese a que su actividad literaria quedó relegada a un segundo plano por su acreciente actividad periodística como política (fue cofundador del Frente Popular para la Liberación de Palestina), Kanafani generó el basamento de las letras palestinas, dotándolas no solamente de sentido sino también de forma, navegando entre el realismo y la introducción de elementos estilísticos innovadores e inscritas al convenio entre expresión artística y el devenir histórico del pueblo palestino. Aunque solo pudo escribir cuatro novelas, tres de ellas, que conforman la denominada «Trilogía Palestina», son muestra de ello. 

    Constituida por las novelas «Hombres en el sol» (1963), «Lo que os queda» (1966) y «Um Saad» (1969), la trilogía acoge en su seno las principales inquietudes de la comunidad palestina, pero también aglutina armoniosamente relatos adheridos al asfalto de su tiempo que concurren paralelamente. Quizá lo más significativo de este conjunto de obras sea su carácter integrador como progresivo porque, pese a ser historias individuales poseen ciertos vínculos entre ellas y tres momentos distintos de la recién emprendida Historia de Palestina, consagradas a proyectar la sustantividad palestina que defiende Kanafani. 

       Así, en «Hombres en el sol» parte desde los escombros de la Nakba para esbozar un relato desolador cuyo tema principal es el exilio. Empleando un formato propio del realismo, Kanafani tantea por primera vez el sentido de identidad palestina, indaga y se pregunta cuál es el lugar de una comunidad sumida en la miseria, apátrida y carente de futuro. Su historia itinerante, la de cuatro hombres de generaciones dispares y que vivieron o asimilaron la Nakba de manera diferente, plantea no solamente un primer tanteo con la memoria y el deseo, sino también una sugerente reflexión sobre el ser humano y sus actos, del peligro de la alineación temeraria o el miedo que anula cualquier forma de resistencia o voluntad. 

    Quizá la novela que más destaque sobre todas las demás que componen la trilogía sea «Lo que os queda», obra auténticamente rompedora en cuanto a su compleja estructura narrativa, así como debido a la introspección que somete a sus personajes mediante el uso de monólogos interiores y soliloquios, pero también con impresiones sensoriales. De sello faulkneriano, «Lo que os queda» plasma, en comparación con su primera novela, unos primeros movimientos de sus personajes por desembarazarse de su estado letárgico y alterar el lúgubre designio proyectado por las fuerzas opresoras que circundan sus coordenadas existenciales. Con una poderosa prosa, Kanafani relata, fundiendo en una discontinua línea temporal la memoria y los sentidos, la agonía de los hermanos Hamed y Mariam, enfrentados cada uno en situaciones extremas, sea en el desierto o en la propia casa donde se convive con su maltratador. Usando con mayor claridad los símbolos, Kanafani no solamente enfatiza el elemento de la memoria como fuerza transformadora de la realidad, sino también del tiempo, confluyendo definitivamente en una liberación violenta que paralelamente comenzaba a vislumbrarse en los territorios ocupados de Cisjordania y la Franja de Gaza. 

        Pese a su destacada calidad literaria, «Lo que os queda» no fue bien recibida por el público general que la declinó por su complejidad estética y supuso para Ghassan Kanafani el retorno al realismo, dado que meditó sobre el motivo de su escritura y sus lectores. Es así como con «Um Saad» vuelve a una escritura clara y, evidentemente, más apegada a su militancia política. Empleando la narración en primera persona, Kanafani relata desde el punto de vista del escritor, y a modo de breves episodios, las vivencias de Um Saad, madre de un joven que decide convertirse en fedayín para luchar contra la ocupación israelí. Así, Kanafani enfatiza con ayuda de sus principales personajes la fuerza motriz del movimiento revolucionario, es decir, el requerimiento de teoría y praxis, intelectualidad y clase trabajadora que representa el dúo escritor-Um Saad. Como consecuencia de un proceso evolutivo ya reflejado en las anteriores novelas, en «Um Saad» se aboga sin acritud ni sospecha por la defensa de la lucha armada, única fórmula que no solamente permitirá recobrar la dignidad de Um Saad, sino que supone el único camino para alcanzar la identidad de la comunidad palestina, capaz de erradicar todos los males que padecen. Con un cariz más combativo y optimista, el último relato que cierra su trilogía se adscribe en un momento de plena agitación mundial donde las fuerzas oprimidas comienzan a movilizarse contra los poderes fácticos, pero también en la cual los territorios ocupados toman conciencia de que deben de valerse por sí mismos tras la derrota árabe en la Guerra de los Seis Días (1967). 

        Asesinado junto a su sobrina Lamis, de tan solo 17 años, por una bomba colocada bajo su coche por el servicio secreto israelí de la Mossad, Ghassan Kanafani se convirtió, irónicamente,  en un rasgo propio imbricado en la identidad cuyo rastro buscó hasta exponer con rotundidad en un lenguaje potente con poesía en la recámara. Su obra fue -y es- fuente de inspiración no solamente para Mahmud Darwish y otros escritores, sino para generaciones que, habitando en la diáspora de la sinrazón, todavía buscan el olor de la tierra húmeda, el tronco del olivo, la vid que un día Um Saad plantó.  

                        

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