Anatomía de una nevera

 


    Suele acontecer con una frecuencia semejante a los eclipses lunares. Quizás movido por la pereza se estira tanto ese momento en que uno tiene que hacer una limpieza a fondo de la nevera, ente que ronronea por las noches y custodia en sus entrañas la quimera del gourmand; lugar que alberga una luna llena que alumbra cuando fenece la oscuridad. 

    Siempre me ha parecido un objeto propicio para la poesía. ¿Acaso no se asemeja a un afinador de quienes delegan en ella sus estaciones de ánimo? O bien podría ser un altímetro cuya función es señalar la situación económica, quizás de salud o bien las prioridades del paladar; quizás un electrodoméstico capaz de esbozar la identidad de uno o varios individuos. Nos revela mucho un frigorífico que aloja solamente cervezas y medio limón suspirando su final; o que custodia multitud de tuppers o cierta gama de productos, sean precocinados o eco-friendly

 


      Todas estas cuestiones y otras muchas -como que la nevera podría ser una caverna que simbolice la ilusión de rellenar un vacío- se me fueron ocurriendo mientras la vaciaba y desinfectaba a conciencia. Me di cuenta, por ejemplo, que debo de estar casi tan mal -o casi- como Holden Caulfield si pensaba en todos estos asuntos. Lo sé (sonrisa). Pero también me interrogaba, ¿qué clase de tipo soy? Y se notaba que organizado, dado que los productos lácteos y derivados estaban en su sitio, las verduras en otro, carne o pescado fresco en su respectivo lugar...Por ende, no me veía como la reencarnación de cualquier temporal, plaga o desgracia surgido del averno. Seguidamente me di cuenta que no poseo una mala dieta. Ya, tengo mi pizarra con el menú semanal pero la nevera confirmaba que no faltaba la leche, el queso o la mantequilla sin padecer un estado alarmante. Lo mismo le pasaba a las verduras constatando el hecho de no ser un ogro dado que no había presencia de productos que deben estar fuera de la nevera, tales como la cebolla, las patatas, los limones o las manzanas. Pero al comenzar a sacar el paté de faisán con trufas, el Moët Chandon (champán), el jamón de bellota o el caviar de capelán -que en Japón es un manjar conocido como masago y aquí , en occidente, como falso caviar- me dije, "Espera, espera...¡que soy un esnob!". No perdí la compostura ni me llevé el dorso de la mano a la frente en pose de figura dramática al más estilo de escultura helenística. Sin embargo me quedé observando los productos encima de la mesa como un Hércules Poirot a punto de descubrir al autor del crimen. Sin duda se trataba de un individuo con gustos palatinos exigentes aunque su presencia ahí eran evidentes: caviar para los gunkan y nigiris, Moët Chandon para momentos que nunca surgirán y evitan la presencia de acidez en el paladar; paté para crear pralines con crocante de almendras en fin de año. 

        Claro que un personaje propio de Manuel Vázquez Montalbán como es el detective Pepe Carvalho no dejaría tampoco pasar por alto otros productos que fueron emergiendo de la nevera: salsa japonesa Tonkatsu, salsa de ostras, Kimchi, mostazas de Renania o de la propia Dijon, una botella de un litro de salsa soja...Todo apuntaba a un gusto por platos asiáticos. También el tubo de salsa Harissa o la conserva de passata di pomodoro como las aceitunas Kalamata o el queso Feta, no daban lugar a dudas de una inclinación por platos exóticos de otros lugares. "Y menos mal", pensaría el detective ficticio como barcelonés, "que no limpiamos la despensa". Sí, estaban en lo cierto: era, soy culpable. 

    Lo cierto era que este lavado acometido contra la nevera dibujó un perfil bastante fidedigno del gourmand. A excepción de un tupper de una crema de alubias blancas y pimiento piquillo del día anterior -que ya dice también mucho de sí- apenas había productos precocinados, algo propio de quien cocina diariamente, así como el orden establecido. Pero es cierto que la nevera delata a quien le gusta comer bien y su estado anímico. Quizás en épocas anteriores la nevera no se asemejaría a cómo la encontré ahora. Parece propia de una persona tranquila, solitaria, que siente placer por las pequeñas cosas de la vida y tiene cierta estabilidad económica. 

    El lector se preguntará, tras leer esto ,"qué mierd..." mientras abandona la página y se va a la cocina. Pero, ¿no le albergarán las mismas preguntas mientras explora qué posee en la nevera? Posiblemente se dirá que no. Sin embargo, ¿qué explica la presencia del Ketchup en tu nevera? 



Comentarios

Entradas populares