Crónica sentimental de un año: 2021

 

"Después de bajar del tren dejé la maleta en el suelo de la estación, había una niebla espesísima, y yo me dije: esta es mi casa."

- Franco Battiato, en Jotdown, 20/08/2016

    A los pies del Etna, en Villa Grazia, alguien medita, levita en posición de loto a dos palmos del suelo. Una cámara -quizá dirigida por un reaparecido Leos Carax- se acerca tras su espalda, con parsimonia invade el silencio. De pronto aparece un primer plano donde se aprecian unos ojos sepultados tras unas gafas de pasta. Subsecuentemente comienzan a abrirse con inapetencia; se percibe un breve temblor. La cámara se va distanciando hasta apreciar a un hombre mayor, canoso con una mascarilla quirúrgica puesta que abandona su recogimiento, se pone en pie y comienza a cantar "Bandiera Bianca" simulando el inicio de un musical semejante a "Annette"

    "Qué difícil es quedarse quieto, indiferente,

      mientras todo entorno hace ruido.

      En esta época de locos nos faltaban

      los idiotas del horror."

    Vuelve a sepultar los párpados y piensa en esos idiotas del horror que amenazaban e insultaban a Claudia Alivernini por haber sido la primera mujer vacunada en su país; eran los mismos descamisados que portaban un tocado con cuernos de bisonte asaltando los templos de la convivencia y la  racionalidad, desde Washington hasta Canberra; aquelarres extraídos de los cuadros de Goya donde desdeñosos gestos y rostros inflados de odio vomitaban injurias, mofas, chulería semejantes a los trolls de David el Gnomo pero que ahora se sientan en butacas alrededor de Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados. Diez años de aquél esperanzador 15-M, el país vecino de Franco Battiato padecía un clima enrarecido y no solamente por la presencia de borrascas como la Filomena o las persistentes inundaciones causadas por una DANA y los incendios estivales. Pablo Iglesias, impredecible y volátil como un guión de David Simon, era una figura semejante a Omar Little, interpretado por un actor como Michael K. Williams, devorado por su personaje. Tras querer tomar el cielo por asalto, abandonó el ruedo político como una canción de Silvio Rodríguez. Loable, hasta estremecedor, su inapelable empeño de transformación mediante la marcha por las instituciones, símil de un Rudi Dutschke reencarnado, figura crucial de un Mayo 68 anhelado. Igual de encomiable, en las antípodas ideológicas, la figura de Angela Merkel que libró batallas sin precedentes en el conservadurismo alemán hasta ensamblar en su formación política direcciones progresistas en asuntos como la política migratoria o el ecologismo que ni Karl Marx -homenajeado en su día por Jean-Claude Juncker- ni Miss Marx, llevada a la gran pantalla por Susanna Nicciarelli- concebirían posible. Tras 16 años liderando un país y anunciando su retiro, hizo un último esfuerzo para acoger a tantas personas como eran posibles tras la caída del gobierno de Ashraf Gani y la ocupación de los talibanes, pactado por un delirante Donald Trump. Tras 20 años de guerra, el aeropuerto de Kabul fue la reminiscencia, la crónica de una  muerte anunciada con cuerpos cayendo al vacío tras el despegue de un Boeing C-17 Globemaster III de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. El terror, una vez más, cayó en olvido, aunque siempre tenemos los filmes y los testimonios de cineastas como Sharbanoo Sadat que se pudieron salvar o de aquellas jóvenes políticas que persisten en luchar desde el interior, como es el caso de Farzana Elham Kochai


    

    El mundo, como siempre, era un delirio, el cuadro de un Bosco que nos avisaba que el mal siempre está presente. El desplomo de Christian Eriksen durante la Eurocopa era la captación de un mundo de fronteras y cuyo dolor, desesperación o pundonor se relativiza por graduaciones grotescas. Franco Battiato prosigue su musical en Villa Grazia, danza hasta un salón inflado de libros y se marca de su repertorio "Nómadas" para recordarnos la vigencia de nuestro estado errante desde postrimetrías carentes de latencias milenarias: 

    "Nómadas que buscan 

    los ángulos de la tranquilidad

    en las nieblas del norte

    los tumultos civilizados,

    entre los claros oscuros 

    y la monotonía que pasan.

    Caminante que vas 

    buscando la paz del crepúsculo..."

    

    Así, miles de nómadas perdían sus vidas intentando llegar a las costas de las Islas Canarias o naufragaban en el el Mar Mediterráneo o desfallecían en la frontera entre Polonia y Bielorrusia no solamente eran olvidados, también se les criminalizaba, aupados por una extrema derecha que sabía vender el odio en pancartas publicitarias como productos de McDonalds, velados, amparados por el poder judicial. Solo una minoría de la mayoría recordaba a Emma Goldman cuando la mayoría condenaba y no pensaba en los orígenes de la búsqueda de la felicidad; pensar requería un menor esfuerzo intelectual y, desamparados en el olvido de la fragmentación de la memoria colectiva, también quedaron los periodistas Roberto Fraile y David Beriáin.

    El hombre que habita Villa Grazia, percibe un cansancio insoportable. Descansa, se lame con un pañuelo el sudor, cree estar ante el umbral de un desmayo certero. Sin embargo atiende a los ánimos de Leos Carax y sorbe de un brebaje energético antes de proseguir con el musical; pero no puede, se desploma en un sofá. Aparece en la blanquecina sala Ricardo Romero 'Nega' y, con gafas de sol, rapea su tema "Guerra Fría"

    El 'Nega' se quita su mascarilla FFP2 y piensa en la descomposición de Fernando Simón ante las cámaras. Decepcionado, autoflagelándose por no poder transmitir unas normas, un lema básico, Fernando Simón es engullido por la atroz masa popular. Atrás quedan sus camisetas, el elogio suplido por el vituperio en menos de un año; la ciencia puesta en duda tras su semejanza con el Gloria in excelsis de Vivaldi en tiempos de confinamiento. Sí, el 'Nega' se la pela pero se conmociona por la ausencia de Almudena Grandes, voz irrefutable de los vencidos, de los derrotados y que, junto con Luis García Montero, defendían a ultranza las virtudes más dignas del ser humano, entre ellas un amor pulcro, sagrado como es la literatura y la vida. Causa malestar, destemplanza, ganas de vomitar el anuncio del alcalde de Madrid y del "Grupo Mixto" a pocas horas del final del año para declarar a Almudena Grandes 'Hija Predilecta' con condiciones para aprobar los presupuestos.  La cultura no entiende de monedas de cambio, siquiera de monedas cuando se recuerda la pérdida de los emblemas más nobles de nuestra existencia. Tampoco se puede hallar cuestionada la pérdida de Verónica Forqué, actriz que padeció los designios esbozados en novelas de Marta Sanz o en una cinta de Billy Wilder por accidente. Su sonrisa y alegría permanecen como un emblema inalterable en tantos como los que recuerdan a Pilar Bardem o a Franco Battiato aunque ahora cante C. Tangana el pulso de una parte de la sociedad mientras también nos dejan más huérfanos, en ciertas frecuencias moduladas, algunos referentes radiofónicos como Javier Tolentino y su programa El séptimo vicio o Juan Pablo Silvestre y su Mundo Babel por jubilación injustamente anticipada. 



    Sí, Franco Battiato se ha levantado del sofá. El 'Nega' ha abandonado la estancia. Tiembla la tierra. En la isla de La Palma el volcán de Cumbre Vieja ha desistido de su eterno rugido, tal como lo hace el Etna, a los pies de Villa Grazia. Sin embargo, Battiato es consciente que es su turno. La tierra vuelve a sacudirse. Prevalece un breve silencio. Tiembla una vez más. Pero antes de partir, el hombre que se considera místico y cree en la reencarnación canta una última canción, de tantas. Es "Centro di gravitá". Mientras, las rosadas paredes del Villa Grazia comienzan a resquebrajarse. Y de pronto, cual Carl Sagan, Franco Battiato comienza a desintegrarse. Lentamente aprecia cómo cada una de sus células, átomos retornan al espacio interestelar. Empero, hay un efecto doppler que nosotros percibimos. Él, como un ciclo, no se reconoce en el futuro. Nosotros, impelidos por el aroma del tiempo, por un centro de gravedad, permanecemos cruzando el año 2022. ¿Qué será de nosotros tras el concierto de Año Nuevo en Viena? Seremos más pulcros, inocentes, diligentes pero con obsolescencia programada; siempre habrá detractores portadores de cuernos de bisonte. Empero, también habrá admiradores de Battiato, lectores de Almudena Grandes, partisanos defensores de la razón, habitantes de un país gris que, rebeldes, danzan y cantan, alzando el puño, un Cucurrucucu



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