Mohamed Chukri - El pan desnudo

 

«El amor siempre me hace pensar en la muerte. Me sentí como un ladrón a quien, a su vez, han robado. Encima de la mesa había una botella de vino y dos vasos».
- Mohamed Chukri, en "El pan desnudo" (1972)

    Deslizo, acaricio con los dedos los lomos de los libros alineados en la estantería. Y me paro en uno donde el dedo índice lo teclea como sacudiendo una canción de Umm Khultum, Farid Al Atrash o Johann Strauss que se albergan en sus entrañas, en sus letras. Pero también me asaltan imágenes crudas: cementerios donde se distinguen ricos y pobres, donde se hierve la hierba recogida entre lápidas; del dolor, la violencia permanente y propia de su educación sentimental. Los gritos implosionando desde lejos noches donde se manifiestan el delirio y la confusión. Los desamparados, los prostíbulos, los insultos. Y el reflejo de un mundo que era un espejo roto, mohoso. Y su cara desfigurada, la de ese analfabeto errante que se enamoró de la poesía cincelada de Aboul-Qacem Echebbi en una pared y que solo pudo entender por la transmisión oral; el rostro de Mohamed Chukri. 

     "El pan desnudo" (traducido posteriormente como "Pan a secas") es, sin duda, la obra capital de Mohamed Chukri y de culto en la literatura árabe como universal. Oculto y desapercibido como cuando lo hallé por casualidad en una librería de segunda mano, esta novela picaresca como autobiográfica, relata el incesante vagar de un joven acuciado por el hambre que solamente puede emerger desde la pobreza. Mediante una prosa desnuda, cruda, Chukri describe pasajes de sus propias vivencias, las de un instante estimulado por los desajustes del mundo que perviven todavía hoy y son, por ende, un reflejo de un espejo cuya existencia no se resigna a desaparecer: jóvenes descalzos, harapientos y cuyas entrañas trinan ante la ausencia del pan. Jóvenes que prefieren la calle o la huída de sus casas donde solamente reciben palizas y se presenta la ausencia del amor. Jóvenes que crecen errando de una ciudad a otra -sea Orán, Tetuán, Tánger- deslizándose entre los márgenes, las noches de derroche e unívoca desorientación y en cuyas calles la droga, el alcohol, el sexo, la prostitución, la violencia, la delincuencia campa a sus anchas. 
 

        Aunque encarcelado durante dos años por desertar del ejército español, la calle era una cárcel para él. Con más de veinte años, Chukri comenzó a aprender a leer y a escribir. Y su carácter sensible -como se atisba tibiamente en la obra- lo acercó a la literatura para, posteriormente, escribir "El pan desnudo", obra que fue censuraba en todo el mundo árabe durante veinte años, además de haber sido condenado a muerte por el régimen de Jomeini. Porque Chukri tampoco fue precisamente condescendiente con una religión amorfa e hipócrita. Aunque creyó a su manera, las vivencias de Chukri, esa bajada a los infiernos, constructos de la humanidad, inalterables, lo transfiguraron profundamente. Y sacudió al mundo occidental con su relato. Aunque él, ya abatido, cicatrizado de por vida, lo supo ante la tumba de su hermano: 

      «Mi hermano se ha convertido en ángel. ¿Y yo? Seré un diablo. De eso no hay duda: los niños, cuando mueren, se convierten en ángeles y los mayores en diablos. ¡Es tarde para aspirar a ser ángel!»
       
      O no. Chukri halló en la literatura y en la escritura un salvoconducto. Hoy le leemos, tragamos. Nos crujen los contornos. El dedo índice da leves toques sobre su lomo. Aquella lectura me marcó. Porque creo, ingenuamente, que no es tarde para aspirar a cambiar el mundo mediante la literatura y sus subsiguientes actos. Si alguien me pregunta sobre lo que hay que leer de literatura árabe, Mohamed Chukri siempre está entre mis indispensables. Es como aquel poema de Aboul-Qacem Echebbi que recoge Chukri en su obra: 

           «Si un día el pueblo desea la vida
             el destino tiene que responder
             y la noche tiene que disiparse
             y las cadenas tienen que quebrarse».

Comentarios

nmj.graphiteart ha dicho que…
Será uno de mis libros de febrero. Me ha costado encontrarlo, no lo conseguía en electrónico y en papel solo en segunda mano que tenían que traerlo de la península... Bueno, finalmente lo tengo localizado :) Tengo la sensación que al leer este tipo de libros y ser conscientes de los hechos que se dejaron escritos, se está haciendo un pequeño homenaje/reconocimiento a lo que debe ser homenajeado. Y eso me gusta, lo veo como una especie de "justicia" de ir poniendo las cosas en su sitio... en fin, yo y mis cosillas :P Gracias por la aportación :)
Diebelz ha dicho que…
Sí, coincido contigo en que hay que rescatar esas obras que quedan sepultadas en el olvido como acto de "justicia poética". Más conociendo el trasfondo, las vivencias del autor. Es curioso pero el otro día visité la librería Agapea -simplemente para curiosear y mirar, ya que tengo suficientes libros pendientes- y observé que habían vuelto a publicar las obras de Mohamed Chukri. Me llamó la atención porque anteriormente eran casi imposible de adquirirlos y, como en tu caso, también lo conseguí por casualidad en una librería de segunda mano (en realidad mejor así, vaya). Parece que los buenos libros y sus autores no son tan fáciles de borrar... ;)

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