Keiko, me wo sumasete (2022)

«El boxing es algo que no puedes hacer sin la voluntad de luchar. Si pierdes la voluntad de luchar, eres irrespetuoso con tu oponente. Y es peligroso.»
 
 - El maestro, en 'Keiko, me wo sumasete', 2022 

Pequeña, lenta pero firme 

     El manejo del género pugilístico, tan arraigado desde tiempos inmemoriales en la cultura fílmica, conserva el riesgo latente de ser subestimado al limitar la mirada sobre la metáfora intrínseca. Si además se apuesta por el relato poliédrico, relegar el combate sobre el ring a un segundo plano y tomar el pulso al tiempo narrativo, entonces nos hallamos ante un reto de considerables dimensiones. Y de todo esto sale ileso el último filme del cineasta japonés Shô Miyake, Keiko, me wo sumasete (2022). 


      Con la serenidad y la aguda mirada propia del cine japonés contemporáneo representado por directores de la talla de Hirokazu Kore-eda, Ryūsuke Hamaguchi o Tadashi Nohara, Shô Miyake arma una pequeña obra sobre el hálito de nuestras existencias acordonadas por un entorno efímero como vulnerable y de la cual siquiera se puede sospechar ante el reflejo de nuestros espejos. Inspirado parcialmente en la novela autobiográfica de la propia Keiko Ogasawara, Makenaide! (¡No pierdas!), Miyake articula un relato complejo en su aparente sencillez sin desatender a la mesura, así como despojado de cualquier juicio de valores que pueda alterar la mirada del espectador. Los ojos de Keiko (Yukino Kishii), boxeadora profesional con una discapacidad auditiva, cobran un valor consustancial en el filme. Mediante su mirada, a veces huidiza, en ocasiones fija, pensativa, agresiva o entristecida, se advierte un inusitado -por muy extraño que suene- código o lenguaje que parece que hemos desaprendido, tanto en el cine como en nuestra vida cotidiana. Pero es mediante este recurso, vital por más señas para personas como Keiko, cómo el espectador percibe la paulatina desintegración de su entorno, agudizado por la presencia de la pandemia Covid-19. Levitan sobre ella cierres, derrumbes, golpes, enfermedades, abandonos, soledad, incomunicación, en suma, miedos que hacen tambalear su seguridad, la voluntad preconcebida como inquebrantable hasta el surgimiento de la catarsis. La duda es el próximo combate.


      Mediante el empleo de la cámara de 16 mm, el director oriundo de Sapporo consigue planos más cerrados y una textura de grano como de débil saturación cromática que son capaces de generar una atmósfera íntima, cálida pero también propia de una nostalgia que ha de ser, de un cuento adherido al asfalto, crepuscular. Así, capta también lo efímero: el paisaje del downtown tokiota amenazado por la especulación, esos lánguidos canales, los edificios residenciales de la población humilde. Pero también recoge con su cámara las partículas de polvo levitando sobre el ring del club de boxeo más longevo de Tokyo y que está a punto de cerrar, el eterno cruce de trenes durante la noche, el último atardecer. Y también las lecciones olvidadas tras la pandemia y que recoge este filme: el cariño y el apoyo mutuo, el valor de la pequeña comunidad y las personas, el respeto al contrincante, al enemigo. La voluntad, la integridad y la perseverancia fuera de los focos. En suma, ser como Keiko: pequeña, lenta pero firme. Y con los ojos bien abiertos.


FICHA TÉCNICA 
Título: ‘ケイコ 目を澄ませて’ ('Keiko, mantén los ojos abiertos'. AKA:'El combate de Keiko')
Año: 2022
País: Japón
Duración: 100 min. 
Dirección: Shô Miyake
Guion: Shô Miyake, Masaaki Sakai. Libro: Keiko Ogasawara
Fotografía: Yûta Tsukinaga
Música: Kawai Takamitsu 
Reparto: Yukino Kishii (Keiko), Tomokazu Miura (el maestro), Masaki Miura (Kobayashi), Shinichirô Matsuura (Matsumoto), Himi Satô (Seiji), Hiroko Nakajima (Kiyomi, madre de Keiko), Nobuko Sendô (Chijaru, mujer del maestro)
Productora: Nagoya Broadcasting Network, Comme des Cinemas, Happinet Phantom Studios

Comentarios

nmj.graphiteart ha dicho que…
Gracias por el post, me ha gustado mucho ☺️
Diebelz ha dicho que…
Lo celebro. Gracias a tí ;)

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