Tres cuartos de cuartilla para Manolo: Inteligencia subnormal


    No se extraña lo que se ignora. Y el cielo, bajo pródigos calendarios, debería arder hasta desintegrar el enroque del aforismo posmoderno. Sin embargo, cautiva y desarmada, la posibilidad y el deseo prometeico han sido arreados sin piedad hasta una dimensión virtual cuyos cables de fibra óptica anquilosan con maestría al denuedo de Houdini. Reducido al sueño, la potencia elevada al infinito de lo posible se permutó hace tiempos pretéritos por cartillas de racionamiento firmadas y emitidas por Mr. Wonderful. Como postales turísticas o folletines travestidos en seriales de Netflix, lo posible anuncia su muerte por inanición tras las pantallas, mientras Mr. Monopoly expulsa una ventosidad sonora tras consumir un plato de Duelos y Quebrantos. Con un palillo entre los dientes frunce el ceño y señala que de lo posible, solo se puede mercantilizar su apariencia, acicalada debidamente para presentarse al casting del revalidado -y paupérrimo- star-system amparado en el regazo de Supervivientes o la siguiente apuesta vapuleada por porras de quiénes ganarán los Oscars. La facultativa capacidad de creación en pro de la búsqueda de una alternativa emancipatoria y saludable, napada en sabrosos ideales, bañada por la marea de la Utopía, se halla fuera de carta. «Venta o muerte» es el leitmotiv del capitalismo sin menosprecio de sus innumerables prefijos, extraído de una chistera cuya deontología rezuma ciertas sospechas. Immanuel Wallerstein ya señaló en su día, para alivio de muchos y agobio de pocos, que el capitalismo posee un apetito insaciable mercantilizándolo todo. Pese a la espesa niebla ahistórica y el doblepensamiento orwelliano de nuestros días, todavía es posible tropezarse con grilletes sujetados a bolas de hierro, eriales donde antes se expandían bosques o lemas revolucionarios estampados en alguna camiseta que exhibe un turista frente al Duomo de Florencia, lamiendo un helado de stracciatella. 

     La parálisis que aflige a viejos y neonatos robinsones de los Mares de Sur subyace en la dócil carga viral del sistema operativo, capaz no solamente de aplacar reivindicaciones políticas y sociales, sino de generar, cual el ilusionista David Copperfield, nuevos productos para el mercado o patrones de trading, promocionados, además, por el Cuarto Poder o desde los mejores resorts de Dubai donde se celebran cumbres mundiales contra el cambio climático. Mientras los miembros del stablishment -extraídos de algún film de Ruben Östlund- buscan dinamizar el mercado ecológico por consenso y amparado por la industria automovilística sin renunciar a las relucientes pantallas de sus iPhones ni a sus legiones de afables y devotos servidores, las clases populares perpetúan su felicidad mediante la autoexplotación en Youtube y la práctica del self-service en cualquier puesto de restauración, comercio o aeropuerto. El «Do it yourself» contracultural convertido en «Just do it», mantra no solamente de zapatillas deportivas, prenda idónea para estos tiempos de prisas e inteligencia artificial. Porque ese borroso concepto no solamente expande aún más el difuso ruido blanco cual encanto de Morfeo, sino que ya vaticina su posibilidad finita, las frotaciones de manos auspiciadas por especuladores, el apadrinamiento consagrado a la sonrisa de Jeff Bezos o Mukesh Ambani. La inteligencia artificial, como el cambio climático, no es una novedad. Quizá la primicia resida en el campo de juego donde el capitalismo se siente más cómodo comercializando con la destrucción y el dolor que él mismo produce, pero donde también impone sus reglas de juego y desnaturaliza la realidad social, desarma al deseo y lo amolda a sus necesidades. En el campo virtual cualquier invención o intento de subversión debe ser neutralizado y acoplado al beneficio. Cuestionar el sistema, querer plantear alternativas no tiene sentido. Porque ahí están los héroes de Marvel que harán todo lo posible por mantener el orden establecido. Y recordar que lo que se ignora no se extraña.

Comentarios

nmj.graphiteart ha dicho que…
Aquí, quitándome el sombrero...
Diebelz ha dicho que…
No hace falta. Me agrada ver que al menos no soy el único que opina así. Un saludo y buena semana ;)

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